17 de enero de 2021

La verdad

Dice Juan José Millas en uno de sus artículos que tuvo que parar la lectura del último libro de Barak Obama, “Una tierra prometida”, ante la frase:¨"No era una sorpresa que una parte de mi trabajo implicara ordenar matar personas". Confieso que yo también tuve que detenerme, cerrar los ojos y volver a leer la frase. "Ordenar matar personas" Me quedé muy pensativa intentando, como Millas, digerir la macabra orden. ¿Condenar a los culpables o, a muchos inocentes, incluso a sabiendas de que lo son, a la pena de muerte? ¿Mandar matar a personas negras, simplemente, por serlo…? A mi cabeza comenzaron a llegar las escenas que nos muestra, con harta frecuencia la televisión, de policías tiroteando, apaleando o pisando cuellos hasta matar a ciudadanos inocentes que van caminando por la calle, conduciendo su automóvil o reunidos en grupo sin cometer ningún tipo de infracción. Estamos muy acostumbrados a este tipo de escenas sin que reaccionemos, sin que el mundo reaccione, empavado como está ante la política norteamericana que hace y deshace a su antojo, que interfiere allí donde pueda explotar las riquezas de otros países; que se apoya su política armamentista sin que a los países civilizados se les caiga la cara de vergüenza, incluso muchos de estos países son sus aliados, es decir, apoyan sus macabros proyectos. La política de los EE.UU es cínica y perversa. "A Dios rogando y con el mazo dando", reza un refrán castellano. Millas dice en su artículo que Obama parece un tipo simpático, que lleva a sus niñas al colegio, que le gusta el cine, la literatura, estar en familia, en fin... Incluso lloró cuando murió su abuela....pero, claro, una parte de su trabajo consistía, y él lo sabía, en que "debía ordenar matar personas". Mucho daño hace este país al mundo entero aunque nos hacen creer lo contrario. Se va, por fin, Trump y llega Biden, y muchos creerán que ganan los Estados Unidos y que gana el mundo entero; pero ¿qué se esconde detrás de las paredes de la Casa Blanca, qué se gesta, qué alianzas secretas hacen los EE.UU con otros países? ¿Qué nos deparará el futuro? Si es que hay futuro... La verdad, dicen, nos hace libres.

13 de enero de 2021

Historias de nieve

Concha Pelayo

Hoy, día de copiosas nevadas en todo el país, me encuentro con una fotografía donde está mi querida hermana Manoli con su vestidito de comunión. Está fotografiada junto a la casa donde vivíamos allí en el Salto del Esla, nuestro pueblo. Eran unas casas, todas iguales. Se encontraban distribuidas haciendo calles. Algunas tenían balcones y escaleras, otras no. Se ajustaban al desnivel del terreno. En aquellas casas vivimos nuestros primeros años de infancia con nuestros padres junto a las familias de nuestras amiguitas que, como nosotras, vivían allí. Más tarde aquellas casas desaparecerían y serían sustituidas por las actuales, preciosas, por cierto. Allí, en nuestro pueblo vivimos situaciones increíbles con la nieve. Recuerdo una parecida a la de ahora, inmensa, tanto, que habían abierto caminos entre el manto blanco con más de un metro de altura. Caminábamos por aquellos túneles de nieve que medían más de dos metros y era algo maravilloso. La nieve siempre es amable, benefactora. Hace bien. Precisamente, estos días he hablado con mi amiga Maritere Paz, la primera amiga de juegos infantiles y la más entrañable. Aunque han pasado muchos años y vivimos alejadas la una de la otra, de vez en cuando nos recuperamos y retomamos las conversaciones que siempre se dirigen a nuestras andanzas en nuestro pueblo. Hoy, rodeada de un hermoso paisaje nevado he hablado con mi amiga Maritere y juntas hemos vuelto a recordar aquellos años de infancia en los que fuimos tan felices. Y, cómo no, hemos hablado de mi hermana Manoly, fotografiada con su vestidito blanco de comunión y se me encogía el corazón al recordarla, ahora presa de una de las más terribles enfermedades, el Alzheimer. Sí, hablando hemos recordado muchas cosas. Con Maritere es fácil de pasar a la tristeza a la alegría. En nuestra conversación salió a relucir la casa de su abuela Domitila llena de rosas y geranios, una gata blanca de angora, hermosísima y aquella perra enorme que la llamaban Loba. Maritere me decía que se acordaba perfectamente de las casas de mis dos abuelas, en Muelas y en Ricobayo, de mis primos y primas. Yo recordé a su madre Teresa, a sus hermanos, también a sus primos y primas. Todos ellos guapísimos, por cierto. Ella se acordaba de mi madre, sentada y cosiendo, mientras todos nosotros, sus hijos y amiguitos nos sentábamos en el suelo oyendo a mi madre con el oído atento y con la boca abierta. Mi madre era una gran narradora dotada de una gran memoria que la conservó hasta su huida final con 95 años. Y recordamos divertidas las comedias que hacíamos en los gallineros y cobrábamos a los otros niños diez céntimos, o cuando le poníamos películas con una maquinita que nos había regalado mi padre que tenía una pequeña manivela e iban pasando las cintas de las películas, todas de colorines: Blancanieves, La Cenicienta....También les cobrábamos cinco, o diez céntimos. No reímos con ganas recordando estas pequeñas cosas. Y a la vez tan grandes. En fin, esta nevada me ha devuelto mi infancia, me ha devuelto a mi madre que ya no la tengo y que la extraño mucho, porque siempre me contaba cosas que a ella le contaban y ahora nadie me las cuenta. Todos han ido desapareciendo y siento una especie de orfandad irremediable. La nieve es momento de quietud, de lectura, de recuerdos y de llenar hojas blancas con sueños y quimeras.

12 de noviembre de 2020

Insolidarios


En estos días raros, pandémicos, muy propios para pasear y reflexionar sobre lo que acontece a nuestro alrededor, pienso sobre la solidaridad y compruebo, que no es cosa baladí, porque el mundo, tal como va, nos demuestra que la solidaridad es un concepto pasado de moda. Al individuo de hoy le irrita oír noticias de esas que hablan de los cientos de personas que huyendo de las atrocidades de sus países se arriesgan a morir ahogados en las costas italianas, griegas o españolas, o les molesta saber que miles de negritos de diferentes países de África se rasgan las carnes saltando vallas y alambradas disuasorias que han sido colocadas por las autoridades de los diferentes países. En España estamos demasiados acostumbrados a esas noticias, ante nuestra impotencia, ante nuestra rabia. Compruebo con horror que hay algunas personas que les molestan esas noticias, que les irrita la visión de esas personas llegando a nuestras costas porque las ven como intrusos, como gentes de mal vivir, como delincuentes, aunque en sus rostros no hay más que miedo, angustia y terror, aunque vean que hay madres que han dejado a sus hijos ahogados en el mar. Escalofríos me dan sólo de pensar en estas escenas y en algunas reacciones de mis compatriotas. No, la solidaridad no está de moda en el mundo actual. Reflexiono sobre todas estas cosas y me escandaliza la postura de los organismos internacionales que no toman cartas en el asunto. Y me pregunto por qué no nos unimos los ciudadanos del mundo saliendo a la calle para exigir a a esas instituciones, de las que se espera orden y coherencia, que medien, porque es urgente, ante quienes dirigen a tantos países que desprecian a sus ciudadanos, que los masacran y matan obligándolos a huir de la peor manera posible. Mirar para otro lado, ignorar lo que está ocurriendo en el mundo, nos hace miserables y culpables.

6 de septiembre de 2017

DUELE

Nos hemos levantado muy temprano. La autovía de Braunsweig a Hannover, a esas horas, tiene mucho tráfico. Me habéis acompañado al aeropuerto. Tú, Manoli, mi querida hermana, en seguida te has quedado dormida. Te has despertado dulcemente al parar el coche. Has salido sin dificultad. Todavía en tu rostro la serenidad del sueño. Placidez en tu gesto. Me has  sonreído. Todo ha sido muy rápido. Hemos sacado el billete que me devuelve a España y ya nos despedimos pues estoy en la zona donde sólo pueden estar los pasajeros. Te he vuelto a abrazar y no he querido pensar nada. Nada. Os he visto alejaros. Tu marido llevándote de la mano, tú dejándote llevar. Frágil, menuda, insegura; caminando torpemente, con pasitos cortos, ligeramente encorvada. Tu marido tiene que acomodar sus pasos a los tuyos. Lother te cuida, se desvive por ti. Te has convertido en una niña a la que hay que cuidar y proteger constantemente, como a los bebés. La metamorfosis que produce la enfermedad de Alzheimer es...(no hay palabras para definirla, yo no las encuentro) Sólo sé que hiere, que hiere el alma, que te hiere a ti, mi querida hermana, mi adorada hermana.
Habéis desaparecido de mi vista al traspasar la puerta de salida. Y yo me he quedado quieta unos instantes. No he querido pensar nada. Quiero volver a verte más adelante. No sé cómo vas a estar. Ya viví esta tragedia con nuestro padre. Cada semana la decrepitud iba en aumento. Cada vez más desvalido, más vulnerable. Un día estaba sentado en una silla de ruedas. Apenas captaba su atención. Ha vuelto el mazazo a ensañarse contigo.  El dolor que siento es infinito, como el tuyo propio. Ese dolor que ha ido transformando tu semblante. Estos días, en tu compañía, he querido llevarte algo de nuestra infancia, de las vivencias que tuvimos juntas en casa de los abuelos. A veces he conseguido que te rieras a carcajadas. Dios mío, comprendías lo que te decía. Hemos contado: uno, dos, tres, diez, quince, treinta, cuarenta....no te has olvidado. Tampoco has olvidado el Padrenuestro. Has escuchado con atención mis poemas. Hemos cantado juntas canciones que dejaron su huella como esa de Leonardo Favio que habla de amor, un amor que duró sólo un verano. Con los primeros compases, con las primeras palabras llorabas y cantabas. Llorábamos las dos. Cuánto hemos llorado juntas estos días dolientes, de gran sufrimiento. Hemos paseado por tu bonito jardín dejándonos acariciar por el sol mientras yo no he parado de hablar para que recordaras ésto y lo otro. Te he dicho que si eras capaz de leer y he abierto un libro pero no has podido. Ahora estás prisionera de una mente ofuscada. Intentas decirme algo pero no puedes y lloras. ¿Estás  triste?, te pregunto. Estoy tristísisima respondes y mi dolor se hace más agudo. Hemos bailado. Te gusta la música, las canciones de Julio Iglesias te emocianan y lloras al oírlas. Te emociona el aroma de las rosas, esa rosa que puse en tu mano mientras aspirabas su perfume con los ojos cerrados. Lloras por todo, cuando miras los pececillos rojos del estanque que hay en el jardín,  que tú, con tanto amor diseñaste. Saltaban las ranas al oír nuestros pasos y tú decías: míralas, pobrecitas...y llorabas. Se han cerrado los caminos de tu vida. Fin de tu libertad. Mermadas tus capacidades. Tu voluntad inexistente. Todo concluye, todo menos el dolor. Intacta tu capacidad de sufrimiento. Tu infinito dolor. El mío.