7 de octubre de 2021

La romería

Mi amiga Maritere Paz me envía esta fotografía con una fecha, 23 abril 57. Me dice que estábamos en la romería del Cristo, en nuestro pueblo, en Muelas del Pan. Yo, entonces, tenía 14 y estaba llena de complejos; lo detecto mirando fijamente mi imagen. Me veo como retraída, como queriendo pasar desapercibida. Estaba gordita porque el cambio de niñez a adolescencia me cambió el metabolismo y engordé y me sentía horrorosa. Además, los chicos me lo recordaban de vez en cuándo, llamándome:¡gorda, gorda! Sufría muchísimo; y en silencio, porque el sufrimiento nos lo guardábamos para nosotros. Lo decía el poeta Waldo Santos, -ahora hemos celebrado el centenario de su nacimiento-. Waldo decía que "rió, lloró y vivió, pero hacia dentro, porque no quieras ir fuera". Así me ocurría a mí, sufría por estar gorda pero me lo callaba, "para dentro". Y así pasé yo aquellos años de infancia, muy molesta con aquellos kilos de más, mientras veía a mi adorada hermana Manoli, esbelta y preciosa con su pelo largo y oscuro. Yo, por el contrario, además de gorda, como tenía el cabello rizado me lo cortaban muy cortito y todavía me veía mucho más fea. Nunca supe por qué tenían que cortarme el pelo por el hecho de tenerlo rizado. Menos mal que cuando ya fui dueña de mí misma me lo dejé crecer y me hacía la toga para llevarlo liso. Con el tiempo, lo dejo a su aire, rizado natural y me gusta. Lo cierto es que esa fotografía me ha hecho volver a mi infancia. Vuelvo a mirarme con atención y me veo como en segundo plano,para no mostrarme demasiado. No, decididamente no me gustaba ni mi pelo, ni mi cuerpo, ni mis mejillas; siempre sonrosadas, en exceso, creía yo. Curiosamente, yo no tenía ni una fotografía de aquella época aunque mi padre nos fotografiaba constantemente. Pero, seguramente, yo me encargaba de romperlas para que desaparecieran de mi vista. Hoy, Maritere, mi primera amiga de infancia, con la que hemos vuelto a reencontrarnos por constantes mensajes de whasaps, me hace recordar aquellos días hermosos, porque, pese a todo, yo viví unos días preciosos junto a mi familia y con el resto de familias que vivíamos en nuestro precioso Salto de Ricobayo, un poblado cuidado y bello, repleto de jardines llenos de flores y setos, siempre bien recortados por el jardinero Sebastián que se ocupaba de ello. Lo teníamos todo, y todo gratis: casas, escuelas, material escolar, autobús para llevarnos a la capital, a Zamora; teníamos todo tipo de obreros que reparaban todo lo que se estropeaba. Se rompía un cristal y venían a colocarlo, se fundía una estufa y aparecía un electricista, se averiaban las cañerías de la cocina y llegaba Dionisio el fontanero; había que cambiar los maracos de una ventana, de ello se ocupaba el carpintero. Y todo, absolutamente todo, financiado por la populosa e importante empresa IBERDROLA, antes Iberduero (así se llamaba entonces) y mucho antes, Saltos del Duero. Era una empresa generosa. Dicen que, socialmente, ha sido la mejor empresa de Europa, por la forma en como trataba a sus empleados. Sólo había una cosa que no me gustaba y es que tenía institucionalizado una especie de sistema de castas. Por un lado estaban los ingenieros, después, los peritos, oficinistas y por último los obreros donde abarcaban muchas especialidades. Hay que tener en cuenta que Iberdrola es una empresa hidroeléctrica y requiere muchas especializaciones. Mientras éramos niños no nos dábamos mucha cuenta de todo esto, pero, andando el tiempo, ya detectábamos esas diferencias sociales, y esas posiciones más o menos elitistas. Me dice mi amiga Maritere, que se acuerda mucho de las casas de mis dos abuelas en Muelas y Ricobayo; como yo recuerdo la casa de la suya; era preciosa. Se accedía por unas escaleras de madera y en cada escalón, a los extremos, había preciosos geranios. En la parte de atrás había un huerto donde la abuela de mi amiga, la señora Domitila, se afanaba en arreglar las plantas. Tenían una perra enorme y un gato de angora que siempre dejaba sus pelos en los cojines de los sillones que había en la terraza. Al lado estaba la iglesia donde íbamos a misa los domingos, con nuestros velos de encaje. Algunas niñas se los habían hecho ellas mismas en clase de costura. Cómo ha cambiado la vida. Ahora me hace sonreir lo del velo y el misal. Ah, el misal, también era un elemento insustituíble que teníamos que llevar a misa. El cura se llamaba don Lorenzo y poco más recuerdo de él. Estaba el ingeniero , don Fermín, un señor altísimo, que vivía en una casa preciosa, como un palacete, todo de piedra con jardin alrededor y con un muro también de piedra. Una casa que se diferenciaba de las demás, mucho más sencillas. Recuerdo que iba a comulgar todos los domingos. Pasaba majestuosamente por el pasillo central seguido de su mujer y de los hijos mayores que hubieran hecho la Primera Comunión. Recuerdo también a Magdalena, una joven guapísima que cantaba en el coro junto a otras chicas y que un joven seminarista que fue a pasar un verano con sus padres, al verla, se enamoró de ella. Creo que dejó el seminario, pero no se casaron. Cada cual hizo su vida. Y cómo no recordar las romerías del Cristo, en el vecino pueblo de Muelas del Pan. Todavía se celebran pero yo no he vuelto y creo que ya no tienen el encanto que tuvieron. Se pasaba el día en el campo, en medio de un paisaje granítico rodeado de jaras y escobas que en primavera explotaban de colorido. El embalse del Esla, al otro lado de la ermita, lucía esplendoroso entre peñas jaras y escobas. Se comía y se bailaba y todo era placer. Las chicas mirábamos a los chicos. A mí me gustaba uno que está sentado a mi derecha pero él me dijo un día: "A ver cuando adelgazas..." Qué triste, ¿no?. Veo en la fotografía a Maritere, con su flequillo oscuro y su cara preciosa, a Laurita, en la fila de abajo, y a los chicos; veo a Narci y a Javi, hermano de Maritere, de los otros no me acuerdo. En fin. La vida ha pasado y los recuerdos se inclinan más hacia lo bueno que hacia lo malo, por tanto, seguiré celebrando la vida.

15 de marzo de 2021

BODAS DE ORO

Recuerdo que cuando cumplí 50 años escribí un artículo que titulaba “Medio siglo” donde decía que, ese día, al despertar, seguro que vería en mi rostro algo que delatara tan importante acontecimiento. Sin embargo, al contemplarme en el espejo me encontré con la misma de siempre, con las mismas inquietudes y sensaciones y que no había notado nada especial pese a tener ante el espejo a alguien con medio siglo de vida. Hace muy pocos días mi marido y yo hemos cumplido 53 años de casados. Ya superamos las bodas de oro. Estoy aquí, ante mi ordenador, y me vienen a la cabeza miles de imágenes y situaciones vividas durante todos estos años en las que hemos subido y bajado la montaña tantas veces, en la que se han vertido lágrimas y también sonrisas, donde se han dicho cosas que no se quisieron decir, otras se callaron. Cincuenta años juntos dan para mucho. También he disfrutado de mi madre, que se fue hace un par de años con 95. Mi madre era un pozo de sabiduría con la que mantenía estupendas conversaciones. Una riqueza, un espejo en el que mirarme. Un ejemplo vital que me acompañará mientras viva. Hasta el final recordaba relatos que sabía de memoria, poemas, dichos. Era genial. En todo este tiempo, he ganado muchos amigos, otros se han ido quedando por el camino. Algunos han desaparecido, otros todavía están, pero se ha enfriado la relación. Incluso se ha perdido para siempre. Se cometen errores, omisiones, olvidos…y se pagan caros. Es triste perder amistades con las que se han compartido muchas cosas, pero la vida es así. Hoy mismo he encontrado por Facebook a una antigua amiga de estudios, cuando ambas estudiábamos Secretariado de Dirección en aquella escuela de Claudio Coello, en Madrid, muy próxima al lugar donde mataron a Carrero Blanco. Éramos íntimas y compartimos muchas confidencias. Espero que me conteste y acepte mi amistad. He visto su imagen y aunque el paso de los años ha transformado su estampa, he querido reconocer su mirada picarona, su sonrisa resplandeciente, también atisbos de tristeza que se quedan impregnados en la piel y en el semblante. El sufrimiento, las frustraciones, los desengaños son sentimientos universales que nadie se libra de ellos. He organizado una comida con algunos amigos, pocos, para celebrar el acontecimiento. Con la familia: Mi hija, mis hermanos y sobrinos. Lo celebraremos más tarde porque algunos no podían estar el día señalado, el 3 de febrero, San Blas, se dice, que veremos a las cigüeñas. Ahora no hay que esperar a esta fecha porque las cigüeñas ya no se van, se quedan y se enseñorean de las ciudades; las veo a diario en los campanarios de las iglesias, por el río Duero cruzando las aguas con alguna rama para llevar a sus nidos. Las veo, incluso, frente a los jardines de mi casa, paseándose por el césped con sus andares parsimoniosos. Desde mi cama, incluso, las veo aparearse en los nidos de la Iglesia del Carmen. El macho sobre la hembra, un minuto o algo más, después, el macho se separa y sacude sus alas y se aleja volando. La hembra se queda quieta, tranquilla y relajada. Mi salud, pese a que ha pasado tanto tiempo desde que cumplí 50, desde que celebramos las bodas de oro aquél, ya lejano, 3 de febrero, es buena. Tengo, todavía, mucha vitalidad y curiosidad. Hago ejercicio, escribo. Procuro hacerlo casi a diario para no perder esta vocación literaria que Dios me dio y que no me ha abandonado nunca. Tengo proyectos que me permiten seguir adelante para que los años no me pesen demasiado.

3 de marzo de 2021

Tan cerca y tan lejos

Tan cerca como lo he tenido siempre, tanto como he disfrutado de estos dos ríos, dejándome acariciar por sus aguas, tanto como me han hecho soñar estos paisajes y sin embargo han tenido que pasar décadas para ver donde se abrazan el uno al otro: el río Esla y el río Duero. Por fin, ayer fui a este lugar mágico para ver, como si de dos amantes se tratara, el abrazo de estos dos hermosos ríos rodeados de imponentes paredes graníticas. El paisaje deslumbra en medio de una naturaleza mágica y agreste entre la que crece el tomillo, las escobas, las encinas y multitud de florecillas multicolores que van salpicando el espacio, mínimo, que hay entre las rocas. Revolotean las águilas ante mis ojos para posarse en los nidos que se esconden entre el paisaje. Las piedras hablan y nos dicen que hubo un tiempo en que por estos lares habitaron otros hombres, tal vez aquellos que iban cubiertos con su propio pelaje. Allí, en privilegiada atalaya descubro el verraco que se alza sobre un altar rupestre. La imaginación estalla en las sienes y es fácil dejarse llevar por ella. Cuando nos acercamos a estos rincones se siente el enorme agradecimiento ante la Madre Naturaleza.

17 de enero de 2021

La verdad

Dice Juan José Millas en uno de sus artículos que tuvo que parar la lectura del último libro de Barak Obama, “Una tierra prometida”, ante la frase:¨"No era una sorpresa que una parte de mi trabajo implicara ordenar matar personas". Confieso que yo también tuve que detenerme, cerrar los ojos y volver a leer la frase. "Ordenar matar personas" Me quedé muy pensativa intentando, como Millas, digerir la macabra orden. ¿Condenar a los culpables o, a muchos inocentes, incluso a sabiendas de que lo son, a la pena de muerte? ¿Mandar matar a personas negras, simplemente, por serlo…? A mi cabeza comenzaron a llegar las escenas que nos muestra, con harta frecuencia la televisión, de policías tiroteando, apaleando o pisando cuellos hasta matar a ciudadanos inocentes que van caminando por la calle, conduciendo su automóvil o reunidos en grupo sin cometer ningún tipo de infracción. Estamos muy acostumbrados a este tipo de escenas sin que reaccionemos, sin que el mundo reaccione, empavado como está ante la política norteamericana que hace y deshace a su antojo, que interfiere allí donde pueda explotar las riquezas de otros países; que se apoya su política armamentista sin que a los países civilizados se les caiga la cara de vergüenza, incluso muchos de estos países son sus aliados, es decir, apoyan sus macabros proyectos. La política de los EE.UU es cínica y perversa. "A Dios rogando y con el mazo dando", reza un refrán castellano. Millas dice en su artículo que Obama parece un tipo simpático, que lleva a sus niñas al colegio, que le gusta el cine, la literatura, estar en familia, en fin... Incluso lloró cuando murió su abuela....pero, claro, una parte de su trabajo consistía, y él lo sabía, en que "debía ordenar matar personas". Mucho daño hace este país al mundo entero aunque nos hacen creer lo contrario. Se va, por fin, Trump y llega Biden, y muchos creerán que ganan los Estados Unidos y que gana el mundo entero; pero ¿qué se esconde detrás de las paredes de la Casa Blanca, qué se gesta, qué alianzas secretas hacen los EE.UU con otros países? ¿Qué nos deparará el futuro? Si es que hay futuro... La verdad, dicen, nos hace libres.