6 de noviembre de 2010

El Papa y Vargas Llosa

Cuando escribo lo que sigue, el Papa debe estar durmiendo, descansando de la jornada de hoy en Santiago de Compostela. Mañana le espera otra intensa jornada en Barcelona para consagrar la Sagrada Familia de Gaudí, ese grandioso monumento que se empezó a construir en 1882 cuando se colocó la primera piedra el 19 de marzo de aquél año.
Por la televisión, la cadena 1 en su Informe Semanal, uno de los mejores espacios televisivos españoles, entre otros temas, un amplio reportaje sobre Vargas LLosa, con motivo de haber sido galardonado con el Nobel de Literatura. Sin pretenderlo, ambos personajes, el Papa y el escritor peruano han coincidido en sus mensajes. El Papa ha criticado abiertamente el creciente laicismo de la sociedad española, su falta de espiritualidad y de conciencia, la indiferencia de las clases privilegiadas hacia los más débiles. Mario Vargas Llosa hablaba de su última novela y de los estragos que se hicieron contra los nativos del Congo Belga. Decía el escritor que la misión de cualquier hombre es denunciar los atropellos que se cometen contra la humanidad, las torturas, las mutilaciones, el trato vejatorio contra aquellos esclavos que se vieron sometidos por la fuerza de los colonizadores. "El sueño del celta", el título de la novela a la que hace referencia el escritor, despierta mi curiosidad, despierta mi piedad y hace que se entrecrucen mis sentimientos entre mi "creciente laicismo" y mi falta de fe y, por otro lado, mi exacerbado malestar hacia el dolor y las desigualdades, mi irritación permanente ante la indiferencia y frialdad de los que siguen adscritos a una religión que atestigua que la fe es creer en lo que no vimos.
Seguir creyendo en lo que no se ve es una de las pruebas más duras a las que se somete el hombre de bien que, cada día, ha de comulgar con "ruedas de molino" para seguir tragando lo que desde tantas fuentes emponzoñadas le dan de beber.

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