30 de enero de 2010

Publicidad

Desde hace algún tiempo se me invita para que permita poner publicdad en mis blogs. No he hecho excesivo caso porque el mundo de la publicidad nunca me ha atraido. Nunca he comprado, absolutamente, nada porque lo haya visto anunciado en algún soporte. Nunca miro escaparates, cuando compro es porque necesito algo, miro y si encuentro lo que busco, compro sin mirar otras cosas, sin comparar. Apenas me fijo en la publicidad, me aburre. Sin embargo, mi única hija es creativa publicitaria. Pura vocación. Desde niña, recuerdo que, cuando veíamos la televisión me decía: mamá, cierro los ojos y, por la música, te digo qué van a anunciar. Se iniciaba una sintonía, mínima, y mi hija decía: "Mercedes" "Profidén" "Ariel". A mí, he de reconocerlo, me sorprendía aquella pericia para adivinar los anuncios, antes de que se vieran, simplemente por detectar el primer sonido.
Como era de esperar, mi hija se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas y, cómo no, trabaja en publcidad. Empresas importantes, de esas que obtienen pingües beneficios y a sus creativos publicitarios les dan las gracias, en un principio, por sus servicios y después, mil euros o algo más.
Horario de trabajo. Lo que haga falta. Puede entrar un cliente que necesita urgentemente un trabajo y hay que quedarse. Como en la canción de Sabina, puede que nos den las diez, las doce o la una, si hace falta, hasta que, a todos juntitos, nos encuentre la luna.
Hoy, lo confieso, miro la publicidad con otros ojos, ojos maternales, evidentemente. Hoy veo, tras esa apariencia frívola de lo que se mueestra y pasa ante mi mirada, el esfuerzo de un trabajo realizado, el tesón, la vocación, las ganas de triunfar y de que el trabajo sea compensado definitivamente.
Me atrae, por una parte, permitir que se ponga publicidad en mis blogs, pero también me aterra. No sé qué tipo de publicidad sería. Los blogs, en general, son serios. Nadie se hace un blog por hacérselo, sino porque hay una gran necesidad de expresarse, de comunicar, hay una vocación literaria o artística. Precisamente, a través de los blogs, -los conocí por un amigo portugués- he ido conociendo a los portugueses. Estoy asombrada de la vena artística del portugués. En cada portugués un poeta. Gracias a la blogosfera he comprobado que el país vecino es mucho más educado que el nuestro, más mesurado, más anglófono, si se me permite, aunque ello no quiera decir que lo anglófono sea mejor que lo hispano. También he conocido que los portugueses tienen menos palabra que los españoles. La palabra, amigos, la palabra es un término que, en Portugal, no está demasiado desarrollado. El portugués puede prometer la luna en la seguridad de que nunca la va a conceder, pero sigue prometiéndola.
Decía que los blogs son serios, algunos muy creativos, muy bellos, la mayoría no tiene publicidad. No sé los motivos. Tal vez, a sus artífices les ocurra lo mismo. ¿Algo de temor, reticencia? Algo de aquello que decía Agustín García Calvo que -si se me permite la comparación- "cuando a una obra de arte de le pone precio, deja de ser obra de arte".
Cuánta verdad profresor.

27 de enero de 2010

Una vez perdí el culo

El Club de Lectura de la biblioteca está dando sus frutos, y no porque me obligue a leer un libro a la semana, sino porque he entablado amistad con gente interesante, personas que comparten conmigo las mismas inquietudes, aficiones, ilusiones, incluso edad y circunstancia. Aunque, bien es verdad que las circunstancias personales difieren de unos a otros porque hay solteros, casados, viudos y separados al mismo tiempo, solteras que, a buen seguro, les gustarìa haberse casado y algún casado/a, que le gustaría lo contrario. La verdad es que se desea la situación que no se tiene y el estado civil de cada cual es el ejemplo más gráfico.
El clubdelectura nos ha unido, como digo, a un grupo de amigas, antes conocidas simplemente, pero que coincidíamos en el teatro, el el ballet, en el cine, en alguna conferencia o coloquio, en algún seminario, etc. Es decir, el clubdelectura ha sido el último lugar que nos ha permitido intimar un poco más. La confianza empieza a adueñarse del grupo y las conversaciones fluyen airosas: la visita por el románcio y modernismo para el día siete, la obra de Calderón en el Principal, las estelas funerarias de Villardiegua, la clase de gimnasia, el café, los balnearios, París, el esquí en la Covatilla -tal vez-, el camino de Santiago. Mujeres que hablan de todo menos de mujeres, es decir de todo lo que, normalmente, las mujeres no hablan. Un desliz esta misma mañana. La alimentación, que no la dieta. No deben mezclarse hidratos con proteíans. Se pueden perder unos cuantos kilos, a quien le sobren, claro. Una vez, Transi perdió su culo. La frase fue tan gráfica que las risas nos impidieron saber dónde lo perdió, o si lo encontró en alguna parte.
El día, mejor, la tarde, me lleva al cine, "Nine"un musical donde intervienen Penélope Cruz, Sofía Loren, Nicole Kidman y algunos más. Y el protagonista, ah, el protagonista, no recuerdo su nombre. Un musical, aparentemente inofensivo, una trama recreada en los años sesenta cuando las dictaduras imperaban en Italia y en España y el nacionalcatolicismo se enseñoreaba del personal.
Un cineasta famoso, donjuan, acostumbrado a la buena vida, rico, casado, adúltero y con remordimiento de conciencia. Su madre siempre presente en el subconsciente, un complejo de Edipo maldisimulado. Una mala conciencia que no le dejaba vivir su muelle vida.
Un musical, insisto, aparentemente inocente, pero con una gran carga psicológica, esa carga que arrastran (mos) todos los que fuimos educados en dictaduras en ese catolicismo recalcitrante que nos hizo tan frustrados y a estas alturas de la película, tan pasivos, tan conformistas, tan tontorrones.
Así concluye el día.

25 de enero de 2010

"Venus"

Estoy apenada. Mi gatita "Venus" ya no se acerca a mí, ni se recuesta sobre mi regazo cuando estoy tumbada en el sofá, ni viene conmigo a mi cama para colocar su cabecita junto a la mía. La causa, la alergia que desde hace algún tiempo, tengo en los ojos. Creí que podía ser debido a su pelo, -mucha gente lo sufre- y, en prevención, comencé a rechazarla. No bruscamente, pero sí con insistencia. El gesto lo hice varias veces hasta que lo entendió. Y ya no volvió más a acercarse a mí más que cuando estoy en el ordenador, que se postra junto al teclado sin moverse. Tan sólo lo hace cuando fumo, incluso antes de fumar, cuando ve que abro el cajón y ve la cajetilla, incluso cuando ve que cojo el mechero o las cerillas. Entonces sale disparada. Dios mío, hasta los gatos se dan cuenta de lo pernicioso que es el tabaco.
Por fin, me hice las pruebas para saber exactamente a qué era debida esa irritación constante de mis ojos y, cuál es mi sorpresa, que mi gatita nada tenía que ver.
Confieso que respiré aliviada pues se me hubiera planteado un serio problema porque no hubiera sabido qué hacer.
Pero antes de las pruebas, transcurrieron casi dos meses y en todo ese tiempo no volví ni a tocar a la gatita ni a acariciarla. Imagino que ha sufrido mucho porque los primeros días maullaba cuando no la dejaba entrar en mi habitación, cuando me acostaba, como tenía por costumbre.
Ahora la llamo para que vuelva a mí pero no viene. Yo no sabía que los gatos eran tan sensibles al afecto, incluso tan obedientes, incluso tan dignos. Pensará: "ahora me llamas y, entonces, ¿porqué me echaste de tu lado? ¿por qué me apartabas de ti? ¿porque me diste con la puerta de tu dormitorio en mi nariz?
Todo esto y mucho más, mi gatita ha tenido que preguntárselo pues ahora, cuando la llamo para que venga a mí, -necesito su calorcito junto a mi pecho-, no viene. Me mira fijamente, escrutadoramente, y se vuelve orgullosa (y triste también) en dirección contraria. Sube veloz la escalera y se tumba en un sillón. Allí duerme todos los días, sola.
Sabía que los animales sufrían, gozaban, se estresaban, lloraban, incluso que morían hasta de pena por la pérdida de sus dueños, pero no sabía que eran tan dignos, tan orgullosos, si cabe.
No sé cuánto tiempo tardará mi gata en "volver" a mí. Estoy a la espera y expectante. Y algo triste también pues el cariño que me profesaba Venus era ilimitado. Yo me dejaba querer. Después la rechacé, aunque nunca dejé de quererla, pero, claro, ella no lo sabía. Ahora me rechaza ella a mí. ¿Hasta cuándo?

24 de enero de 2010

Naturaleza

Hoy se levantó el día nublado. Ha llovido constantemente y el Duero desbordante. Pese al tiempo he ido con un grupo de amigos a Villardiegua de la Ribera, inmerso en el Sayago zamorano: encinas, rocas, mullido musgo acariciándolas, riachuelos trotones, puentecillos, cortinas rodeadas de ancestrales murallas de piedra. Y el sol, milagrosamente, deslumbrante. Ya no nos abandonó durante todo el día.

Han sido casi veinte kilómetros de campo a través, gozando, disfrutando de la naturaleza, contemplando el Duero, terroso, revuelto, pleno.

La comida sentados en el suelo, bocadillos, prendas de abrigo, mochila. Y el alma repleta de felicidad.

¿Qué tendrá la naturaleza que me hace tanto bien? Me tumbo sobre una roca y recibo en mi espalda su latido, un latido vigoroso de millones de año que me dice que ella es mi sustento, el aire que me permite vivir.

Recomendaba a un amigo, recientemente, un poco abatido por la vida, que debe salir al campo, encontrarse con la naturaleza, abrazar a los árboles como hizo el abuelo de Saramago cuando le llevaban a Lisboa y le separaban de su huerto. La corteza de los árboles es reparadora, consuela y hace que quién se abraza a ella se sienta feliz.

Olvidamos con demasiada frecuencia a nuestra madre naturaleza porque la cultura occidental no sabe valorarla ni respetarla.

Soy consciente de que, desde mi más tierna infancia, el campo me hacía mucho bien. Hacía que me sintiera especialmente ligera, mi cuerpo sin peso, flotante en el cosmos como una nube. Cuando niña no me daba cuenta, pero ahora sé que el contacto con la tierra era lo que más necesitaba.

Me acordé hoy, de la película Avatar, un canto a la vida, un canto a la belleza, un alegato contra la constante masacre que los países ricos hacen de las selvas, de los bosques, de la fauna. Un mensaje urgente para enseñar a que la vida no puede desarrollarse sin contar con nuestro Planeta, que éste sufre, llora, gime de dolor y, a veces, se rebela.