4 de agosto de 2012

Planchar

Plancho con desgana. Se me amontonan dos o tres lavadoras y cuando me pongo a ellos tengo mucha ropa que planchar, muchas camisas de mi marido. Las camisas son lo más latoso, pero confieso que no me empeño demasiado en ello, ya digo que plancho con desgana. A veces cuando veo a los hombres con sus camisas que parecen almidonadas, replanchadas, sin el menor atisbo de señal, confieso que me dan un poco de envidia. Da la sensación de que las "parientas", lavan las camisas, las tienden y las recogen en el momento preciso de planchar: la tela amorosa, casi húmeda, suave. Claro, la plancha así, de esa guisa, se desliza con facilidad sobre la tela. Imagino a las señoras, orgullosísimas, planchando las pecheras de las camisas de sus maridos y pensando: "como las camisas de mi Pepe, ninguna", nadie luce unas camisas mejor planchadas que las de mi Pepe". Pufff....qué rollazo.

A mi tía Luisa, madre de hos hijas y un hijo, no le gustaba como le planchaban las camisas a su hijo cuando se casó. Por eso, cuando iba a verla, le obligaba a que se quitara la camisa para plancháserla. Acabó pidiéndole  que le llevara una para tenérsela siempre en casa preparada para cuando fuera a visitarla. Y así lo hizo para no disgustarla. Cuando iba a verla, siempre salía con otra camisa diferente de la que llevaba. Ella le recogía la camisa mal planchada y se la cambiaba por la suya, impoluta y requeteplanchada, claro. Después, cuando se despedían ella miraba por laventana, orgullosa, mientras miraba a su hijo con su camisa bien planchada mientras se decía: "Ahora sí, ahora  lleva la camisa como Dios manda". Qué calvario es el planchado, sobre todo en verano cuando hace tanto calor. Reconozco que me he hecho una pésima ama de casa. Ahora, los quehaceres de la casa han pasado a segundo plano. pero, qué digo, a quinto o sexto plano. Recuerdo hace bastantes años cuando llegaba al mediodía a mi casa, tras la jornada de siete horas en mi trabajo y tenía en casa a una asistenta que me ayudaba. Iba como una histérica al baño para pasar el dedo detrás del bidet o del lavabo para comprobar si se había pasado por allí la fregona. Mi dedo acusador rozaba las patas de las sillas, los bajos de las mesitas de noche, incluso levantaba la colcha para ver si el aspirador había pasado por todos los rincones bajo las camas. Qué pesada y que histérica me ponía con esas cosas. Ahora todo me da lo mismo, o al menos, no me preocupa tanto la limpieza como preocupaba. Vamos a ver, que yo no soy una guarra, que me gusta la limpieza y el orden, a ver si se me entiende. No te digo. 

He acabado de planchar y vengo a hacer un homenaje a ese artilugio tan poco simpático que en Portugal llaman: "passar o ferro" ¿a que es gráfico? Boa tarde.


2 comentarios:

  1. Amiga Concha... me ha encantado tu relato de la vida cotidiana. Me ha venido a la memoria una vieja historia de una señora que trabajaba en casa (eran otros tiempos, yo tenía una casa inmensa). El lunes me contaba sus andanzas del fin de semana. Para decidir si salía a bailar con un señor, ella le miraba la camisa. Si la tenía muy bien planchada decía: "Ese tiene su mujer en su casa", y lo descartaba.

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  2. Cautivante relato, mi querida Concha.

    Un abrazo fuerte

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