Cuando éramos niños nos asustaban con el "Coco", un hombre malo que llevaba un saco y a los niños malísimos se los llevaba para siempre, a un lugar donde jamás los encontrarían.
Todos hemos visualizado aquél pobre hombre cargado con su saco a la espalda, agotado con el peso de tanta "maldad".
Hoy aquél hombre del saco ha cambiado su faz y sus intenciones por otro "coco" que llevamos dentro, que no nos abandona y que se yergue inquisidor de nuestra conciencia y no nos deja vivir en paz. Todos tenemos ese "coco" que no nos abandona y que ha ocupado todas las estancias de nuestra alma. Nadie como él es capaz de infligirnos mayor sufrimiento, mayor dolor, sobre todo cuando lo alimentamos en exceso, a costa de nuestra propia necesidad.
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