14 de septiembre de 2010

Desilusión

"Les deseo lo mejor. Amo demasiado a los españoles. He transitado por buena parte de su obra imperecedera y sólo quisiera que la historia actual les hiciera justicia ante tanta grandeza pasada."
Esta frase, de mi querido amigo Jorge Muzam, forma parte del comentario que deja en uno de mis anteriores posts y que me sirve a mí para iniciar éste.
Me pregunto, no sin cierta angustia y, casi, con desesperación, ¿dónde nos ha ido a parar aquella grandeza pasada de la que nos sentíamos tan orgullosos a la que se refiere Jorge? ¿dónde aquéllas ilusiones, tras cuarenta años de dictadura, y la posterior democracia, que nos hacía pensar que la justicia iba a enseñorearse de todos los estamentos del Estado?
Recuerdo aquellos años, tras la muerte de Franco, justamente cuando yo empecé a publicar mis artículos en el periódico local, artículos llenos de ilusión, vibrantes de emoción, cuyo contenido versaba sobre todo lo que iba aconteciendo. Fueron cientos de artículos, uno a la semana. Mis estudios de Sociología, por aquél entonces, me ayudaron a pensar, a extrapolar ideas, a familiarizarme con pensadores como Weber, Spencer, Parsons, Durkheim, Mosca y tantos otros que me aportaron tantas ideas, que me fueron familiarizando con la filosofía, con la necesidad de participar en construir un mundo mejor, un mundo donde cada cual aportara su granito de arena, un mundo donde, cada cual, supiera discernir entre el bien y el mal, como me enseñó Platón, como me sugería Aristóteles. Y así se fueron pasando los años y mis artículos deben de sumar cerca de tres mil. Los guardo por algún lugar de la casa, perdidos y olvidados por las estanterías, amarillentos y tristes, las palabras perdidas en el tiempo, las frases olvidadas, las ilusiones perdidas.
¿Dónde fueron a parar aquellos luminosos días de primavera cuando, gozosa, acicalada y guapa, me dirigía a depositar mi voto en la urna para participar de mi derecho al voto? De aquello ya no queda nada. Recuerdo, en una ocasión, el que fuera ministro de la Vivienda, a la sazón, diputado por Zamora, mi ciudad, me llamó un día para ponerme en las listas. Me decía que yo tenía un gran predicamento. Dios mío! Hasta me pareció una atrocidad que me propusiera algo de tanto calado. Yo tan inexperta, tan ignorante, tan poco preparada para tan alta responsabilidad. Noooooooooo, por Dios, de ninguna manera aceptaría algo así. Entonces estaba convencida de que los cargos importantes eran ostentados por gentes sabias, justas, expertas, gentes que sabían más que nadie y que hacían las cosas mejor que nadie porque para gobernar se requieren sabiduría, ecuanimidad, afán de justicia, espíritu de servicio, generosidad. Todo esto y mucho más, imaginaba yo, quería yo, creía yo, que los que gobernaban deberían poseer.
¿Qué ha ocurrido en todos estos años? ¿Dónde han ido a parar nuestras ilusiones?
He dejado de ir a votar, he dejado de leer todo lo referido a los políticos, he dejado, incluso, de ir a misa, -sólo en bodas, entierros o celebraciones puntuales-. He dejado de creer en cualquier tipo de istitución, civil o religiosa. Aunque me bautizaron católica, reniego del hipócrita catolicismo. Me gusta denominarme cristiana. Simplemente.
No quiero seguir porque me duele, porque duele la situación social española, tan peligrosamente dividida entre izquierda y derecha, entre gentes que se consideran de una facción o de otra e ignoran lo que son las ideologías, lo que son las ideas que emanan de la propia reflexión, del pensamiento, en suma. Gentes teledirigidas, marionetas al viento a merced de quién les favorece.
Debería estar penado por ley la pérdida de ilusión por la que pasamos muchos españoles por mor de la acción de nuestros gobernantes.

1 comentario:

  1. ¿Por qué tenemos en nosotros esa capacidad de ilusionarnos? ¿Qué valor le puede agregar a nuestra existencia si irremediablemente decantan tarde o temprano en la desilusión?
    De muy joven pensaba tal como pensabas tú, querida Concha. "En los cargos importantes debe haber gente muy sabia, ecuánime, honesta, generosa, amante de la justicia".
    Poco tuve que crecer para desencantarme por completo. Lo que yo pensaba como lo mejor era en realidad lo peor, la bazofia social era la que más usualmente se enquistaba en los cargos medianos y grandes, y más que ayudar desde allí al resto necesitado, se ayudaban a sí mismos y a sus propios secuaces y parientes.
    Ni siquiera en la universidad cambié de opinión. Los mejores académicos no lograban ascender, porque para ello tenían que hacer política, quebrar voluntades, muñequear todo el día, delatar, injuriar, mentir y por fin ser elegidos comprando las conciencias a plazo.
    Hay demasiada grandeza pasada en España y en Chile y de seguro en cada país, querida Concha. Tus tres mil artículos deben ser una prueba irrefutable de aquello. Cómo me gustaría acceder a ellos. Saber que los vas a publicar en su totalidad.
    Confiemos también en los más jóvenes. De allí están saliendo nuevas ideas y semillas prodigiosas.
    Gracias por la generosidad de compartir tus sueños y desencantos, querida amiga.

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