6 de agosto de 2012

Dos mujeres

Acaba de morir Chavela Vargas coincidiendo con la muerte de Marilyn Monroe, hace ahora 50 años. Dos mujeres apasionantes y extraordinarias, dos mujeres diferentes y admiradas de diferente manera. Dos mujeres queridas y muy especiales porque ambas consiguieron interesar al mundo entero. En el caso de Marilyn por su singular belleza, por su frescura, por su fotogenia, por su cuerpo sensual. A Chavela, si se me permite, por su "bonhomía" porque rompió moldes, porque llevó su vida como le dio la gana sin importarle un carajo lo que el mundo pensara de ella.

A Marilyn, tal vez, le hubiera gustado ser mejor comprendida, tal vez le hubiera gustado que se la buscara para conversar, para compartir sentimientos, para que se conociera su sensibilidad, su desasosiego ante el mundo. Marilyn ejerció una fascinación hasta el mismo día de su muerte. Todavía sigue fascinando su vida y sus circunstancias. Su belleza, indiscutible, no era comparable con sus cualidades personales. Su rostro, rayando la perfección, era algo más que unos ojos, un óvalo, una sonrisa o unos cabellos rubios. Su expresión clamaba algo que iba mucho más allá del maquillaje que la enmascaraba. Imagino a Marilyn cansada de sentirse deseada a cada momento, por cada hombre que se cruzaba en su camino, probablemente también por muchas mujeres, por sus compañeros de reparto, por productores y directores, por admiradores de todo pelaje y condición. Imagino a Marilyn intentando llevar una conversación coherente y profunda con alguien que solo baboseaba con su sola presencia. Debió ser muy dura y solitaria la vida de aquella rubia exquisita que ni siquiera tuvo un padre sólido como hubiera deseado. Marilyn, al cabo de los años despierta admiración pero también mucha conmiseración al saber que murió sin apenas ser comprendida. Sin que casi nadie intentara entender que Marilyn era mucho más que su envoltorio. Descansa en paz.

Supe de Chavela Vargas, hace muchos años, cuando se empezaba a escuchar aquello de : "ponme la mano aquí macorina" y en España no se sabía casi nada de nada de la vida y condición de personas como Chavela. Yo no sabía nada de nada de nada porque no se tocaban temas "escabrosos" y porque la sociedad española era, entonces, muy pacata, muy hipócrita y muy cerrada. Fascinaban también las canciones de esta mujer que era antítesis de femineidad porque ella amaba a las féminas y nunca lo ocultó. Probablemente amaría también a Marilyn. Llevó su voz por el mundo con sus letras desgarradas, amargadas, ávidas de pasión y apasionadas. Hoy vuelvo una y otra vez a escuchar a Chavela: La Llorona, De un mundo raro, Luz de luna, No volveré... En todas esas letras se explaya esta mujer delicada y cariñosa que hizo del amor, con mayúsculas, bandera universal para demostrar que los sentimientos vagan por el mundo de corazón en corazón, de piel en piel, de mano en mano y de abrazo en abrazo,  sin distinción de raza, sexo o condición. Descansa tú también en paz.

4 de agosto de 2012

Planchar

Plancho con desgana. Se me amontonan dos o tres lavadoras y cuando me pongo a ellos tengo mucha ropa que planchar, muchas camisas de mi marido. Las camisas son lo más latoso, pero confieso que no me empeño demasiado en ello, ya digo que plancho con desgana. A veces cuando veo a los hombres con sus camisas que parecen almidonadas, replanchadas, sin el menor atisbo de señal, confieso que me dan un poco de envidia. Da la sensación de que las "parientas", lavan las camisas, las tienden y las recogen en el momento preciso de planchar: la tela amorosa, casi húmeda, suave. Claro, la plancha así, de esa guisa, se desliza con facilidad sobre la tela. Imagino a las señoras, orgullosísimas, planchando las pecheras de las camisas de sus maridos y pensando: "como las camisas de mi Pepe, ninguna", nadie luce unas camisas mejor planchadas que las de mi Pepe". Pufff....qué rollazo.

A mi tía Luisa, madre de hos hijas y un hijo, no le gustaba como le planchaban las camisas a su hijo cuando se casó. Por eso, cuando iba a verla, le obligaba a que se quitara la camisa para plancháserla. Acabó pidiéndole  que le llevara una para tenérsela siempre en casa preparada para cuando fuera a visitarla. Y así lo hizo para no disgustarla. Cuando iba a verla, siempre salía con otra camisa diferente de la que llevaba. Ella le recogía la camisa mal planchada y se la cambiaba por la suya, impoluta y requeteplanchada, claro. Después, cuando se despedían ella miraba por laventana, orgullosa, mientras miraba a su hijo con su camisa bien planchada mientras se decía: "Ahora sí, ahora  lleva la camisa como Dios manda". Qué calvario es el planchado, sobre todo en verano cuando hace tanto calor. Reconozco que me he hecho una pésima ama de casa. Ahora, los quehaceres de la casa han pasado a segundo plano. pero, qué digo, a quinto o sexto plano. Recuerdo hace bastantes años cuando llegaba al mediodía a mi casa, tras la jornada de siete horas en mi trabajo y tenía en casa a una asistenta que me ayudaba. Iba como una histérica al baño para pasar el dedo detrás del bidet o del lavabo para comprobar si se había pasado por allí la fregona. Mi dedo acusador rozaba las patas de las sillas, los bajos de las mesitas de noche, incluso levantaba la colcha para ver si el aspirador había pasado por todos los rincones bajo las camas. Qué pesada y que histérica me ponía con esas cosas. Ahora todo me da lo mismo, o al menos, no me preocupa tanto la limpieza como preocupaba. Vamos a ver, que yo no soy una guarra, que me gusta la limpieza y el orden, a ver si se me entiende. No te digo. 

He acabado de planchar y vengo a hacer un homenaje a ese artilugio tan poco simpático que en Portugal llaman: "passar o ferro" ¿a que es gráfico? Boa tarde.


27 de julio de 2012

BASTA YA

Es difícil vivir como vimimos en estos momentos. La situación ya no puede ser más angustiosa. Hemos rebasado con mucho los cinco millones de parados. Las cifras son escalofriantes y las posibilidades de empleo para un gran sector de esa población parada es casi imposible. Mientras tanto, nuestro presidente Rajoy sigue recortando a los más necesitados con escarnio mientras al que fuera Presidente del Consejo General de Poder Judicial, Carlos Divar, se le indemniza por su renuncia al cargo con más de doscientos mil euros pese a que su dimisión ha sido debida a un abuso indecente de poder. Se oyen estas noticias y se siente una especie de vértigo y de bloqueo que nos deja inmóviles. La burla hacia las clases más desfavorecidas es una constante en las determinaciones del Gobierno. Nos han mentido descaradamente. No sólo no han cumplido las promesas electorales, no han cumplido ni una de las medidas que iban a adoptar para salir de la crisis, sino que siguen favoreciendo a la banca, a los más poderosos; siguen los políticos abusando de poder, gastando nuestro dinero, empobreciendo y arruinando al país. Siguen sonriendo en las fotografías de los periódicos. Todos sonríen, dodos miran satisfechos, todos caminan juntos mientras las familias españoles pasan hambre, mientras muchas de estas familias tienen que acudir a los comedores sociales para llevarse un plato de comida caliente.  ¿Cuánto tiempo aguantarán estos sufridos españoles? ¿Cuánto tiempo permanecerán así, sufriendo y callando hasta decir BASTA YA?

12 de julio de 2012

Cuando nos vayamos

Esta tarde, a las ocho horas menos cinco minutos, ha muerto mi suegra. Miré el reloj en su último instante y eso es lo que marcaba mi reloj. Ha muerto, tras una agonía larga y muy penosa que la ha tenido postrada en la cama desde el mes de marzo, apenas sin levantarse. Sus últimos momentos fueron exactamente como los de mi padre. No sé si todos mueren así pero mi padre y mi suegra dejaron esta vida de idéntica manera. Y yo estaba allí, junto a ellos, acariciándole las manos y mirando sus rostros que, por momentos, iban tornándose lívidos y amarillentos. Ambos abrieron ligeramente la boca mientras fruncieron el ceño dos veces. Y se fueron para siempre. Mi padre con 69 años y mi suegra con 86. A mi padre, unas horas antes, yo le había hablado durante dos horas largas y le dije todo lo que me hubiera gustado decirle en vida. Tenía poca confianza con él y no me atrevía ni a levantarle la vista tanto como me impresionaba. A mi suegra le dije una oración que nos decían cuando niños, al irnos a la cama: "cuatro angelitos tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan". No recuerdo si así llamábamos a los angelitos, porque creo que éstos son apótoles. No recuerdo bien, pero yo se lo dije así y al momento ella expiró frunciendo el ceño. No sé porqué me pareció que el esfuerzo del bebé al nacer, es el mismo que el esfuerzo de morir. No lo sé pero lo he pensado dadas las coincidencias entre mi padre y ella.

Una amiga muy próxima, que llegó poco tiempo después me dijo que si había podido estar allí, que si no me había dado reparo. No, le dije, ya te he dicho muchas veces que, desde niña, he visto la muerte, he visto algunos muertos y no me impresionaban nada porque la muerte como la vida nos acompaña.

A mi suegra la había fallado la salud en los últimos tiempos. No funcionaban ni sus riñones, ni su corazón ni sus pulmones. Esos tres órganos vitales la estaban traicionando cada día.

La muerte, en el fondo, tiene algo de reconfortante. He oído decir con frecuencia que cuando se va un ser querido queda una especie de paz interior porque se tiene conciencia de que nos hemos portado bien con el que se va. Ese debe ser el motivo. Que no nos falte nunca la compasión para ayudar a morir. Que no falte nunca esa compasión en los otros cuando nos vayamos.

Mi suegra tenía miedo a estar sola. Ella no lo estuvo. Me parece que la muerte debe ser compartida, como se comparte la vida.