25 de septiembre de 2012

Algo se mueve

Trenes, andenes, metro, escaleras mecánicas, gente anónima a mi alrededor, pitidos, carreras, aeropuertos, más escaleras mecánicas, ascensores, más gente anónima. Mi vida, últimamente se desarrolla con bastante frecuencia en estos ambientes. Y me siento bien. Me siento como si mi estado natural fuera este y no otro. Es una sensación grata, casi alucinógena, despojada de prejuicios y de esas caras con nombres que tanto irritan mi vida a diario.

Mañana mismo voy a tomar un vuelo con destino a una ciudad rumana que no conozco. Pitesti. Ya estuve en una ocasión en Rumanía, en Bucarest y Sinaia, un lugar bellísimo rodeado de montañas donde existen unas casas típicas de alta montaña, un castillo hermoso, de cuento de hadas. En él pasaron sus temporadas de verano los reyes rumanos y también el último dictador que fue asesinado por su propio pueblo. Mi cabeza ya no está en Zamora sino en Rumanía.

Cuando escribo las principales calles de Madrid están tomadas por los madrileños indignados, representando a todos los indignados de este atribulado país. Los españoles estamos hartos, hartísimos. Vivimos rodeados de demagogos, de cínicos, de política putrefacta y es preciso cambiar esta forma de gobernar que nos está minando, que nos está arrebatando la ilusión y las ganas de vivir.

Abogo porque estos movimientos cudadanos den los frutos que muchos esperamos.

1 comentario:

  1. Espectadora de la historia, más bien protagonista, registradora de los sucesos. Eso es fascinante mi querida Concha.

    Espero que nos cuentes de Rumania. Siento una fascinación por ese país. Sólo anoche veía por secuencias en Youtube una película-documental sobre los gitanos rumanos. Se llama Gadjo Dilo.

    Un abrazo grande

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