15 de mayo de 2012

Zaragoza

Mis pasos me han traido a Zaragoza, esta bella ciudad bañada por el Río Ebro y abrazada permanentemente por el manto de la Virgen del Pilar. Hace viento, como casi siempre, y luce el sol, abrasador en sus horas más altas.

He estado cenando con unos amigos de juventud, aragoneses, cómo no, amigos con los que compartimos tantas veces, reuniones, bailes, jornadas de eski por el Pirineo y risas, muchas risas y buen humor. Hacía muchos años que no veía a estos amigos que ya son abuelos. Yo todavía no tengo ese placer. Mi hija, de momento, no se plantea ser madre. Y yo, sinceramente, no siento ninguna necesidad de llegar a serlo.

Zaragoza ha cambiado en estos años. La Exposición Universal ha transformado notablemente la ciudad. Numerosos puentes atraviesan el Ebro facilitando el acceso de una aorilla a otra. El tren de alta velocidad, el AVE, nos traslada a Madrid en una hora y quincie minutos. Justo para leer unas páginas del libro o el periódico y poco más. Me sorprendió el paso por Calatayud, esa vieja ciudad, famosa por su Dolores, ya sabes, "si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores" .Me sorpendió porque al pasar por ella, la velocidad del AVE  no me impidió atisbar el perfil montañoso de la ciudad donde se divisasban restos de tres fortalezas medievales. Mi estancia en Aragón, en su día, tenía yo pocos años y entonces no me interesaban, ni el arte, ni la historia, ni la cultura de los lugares, la juventud es loca e inconsciente y nos hace vivir despreocupados de todo ello. Me dije que debía indagar la historia de esos restos.

Mi viaje a Zaragoza se debe a una herencia que el tío Marcelino dejó. Tres pisos, un garaje para dos plazas y un coche. Los otros herederos no pueden hacerse cargo y han renunciado y es mi marido el que va asumirla. Aunque, si bien, es una interesante herencia, podría decirse que tiene trampa, o está envenenada. Para hacerse con ella hay que pagar a la Diputación de Aragón una cantidad tan estratosférica que supera el importe de la herencia. Y hay que hacerlo antes de heredar. Un asunto enjundioso y de difícil solución. Veremos si la santa providencia nos ayuda.

Zaragoza espera el verano que ya se anuncia con brío. A poco más de una hora, Barbastro, la localidad que me acogió durante ocho años cuando, tras superar las oposiones, tuve mi primer destino laboral. Fueron unos años hermosos, de gratos recuerdos y ded no menos descubrimientos. Los pirineos me mostraron que existen paisajes que superan con mucho la imaginación. Y así fueron para mi los paisajes de Huesca al descubrir los valles de Benasque, Ordesa, Aínsa, Broto, y tantos y tantos nombres que me fascinaban y que me recordaban a nuestro pasado árabe. 

Mi memoria se aviva y mis recuerdos tienden a empañar mis ojos.

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