18 de octubre de 2011

Monólogo

Decía en mi post anterior que un amigo, actor de teatro en paro, me pide que le lescriba un monólogo para él. Aunque, de entrada, le dije que sí, ahora me doy cuenta de que no sé si el monólogo, al escribirlo yo, debería de ser femenino, o si sería capaz de ponerme en la piel de él y escribir lo que, imaginaría, que sentiría por dentro.

Escribir sí, pero dentro de quién: de él o de mí misma. Escribir sobre lo que yo siento, pienso, barrunto, elucubro es fácil, solamente tengo que dejar volar mi imaginación y teclear, como haho ahora, las teclas de mi ordenador. Pero escribir de mi amigo, actor, que ha trabajado en numerosas películas, que conoce los intríngulis del celuloide, los rodajes, las tomas, los cortes....de eso, yo no sé nada de nada. Puedo imaginarlo, eso sí, pero nada más. Claro que podía ponerme en su piel y monologar sobre su vida. Todo lo que me ha ido contanto, que no está nada mal. Ahora mismo, piensa en trabajar para poder viajar a Colombia para ver a sus hijas. A su mujer también, pero no tanto. Me comentó que tiene cincuenta y tantos años, muy bella y ahora tiene un novio veinte años menos que ella. Es curioso, pero cada vez conozco a más mujeres que tienen parejas mucho más jóvenes y, cada vez, sé de más hombres jóvenes que se interesan por mujeres mayores. Me pregunto qué es lo que ven en las mujeres mayores. Podría ser experiencia. Podría ser. Pero, según la edad, -pienso- no tendrán demasiada experiencia por si les cogió la época franquista y las españolas estaban muy reprimidas. Ahora ya no, ahora se han despendolado de una manera que se han pasado siete pueblos y medio. Mi madre me ha contado que cuando iba a pasar algún rato a los clubs para jubilados, las mujeres actuaban con mucho descaro. Eran ellas las que comprometína a los hombres, eran ellas las que se llevaban a los hombres a vivir a sus casas para poder disfrutar de la pensión del susodicho. Y hacían todo esto sin el menor recato.

Mi amigo tiene esa labia característica que embauca a las mujeres. Bien es verdad que siempre se ha dicho que los hombres conquistan por la palabra, por su discurso. El físico, su guapura y galanura, si sólo son esas preces las que lo adornan, duran poco. Se agota. A la mujer le gusta que la conquisten por la palabra, por la conversación, por la inteligencia, por esa forma de ver el mundo y las cosas que consiguen que una mujer se sienta atraida por el hombre. Y claro, hay que mantener esa actitud, no caer en eso de "mucho prometer hasta meter y después, si te he visto no me acuerdo". Hay que mantener la palabra, hay que mantener la atención, el hombre debe hacer porque su pareja sienta siempre admiración, atracción y sólo él puede conseguirlo.

Mi amigo, como digo, ha tenido varias mujeres y ahora está en paro. Me contó que cuando se rodó la película en la que, después, la protagonista se suicidó, lo pasaron muy mal. Se trataba de una película que se rodó, precisamente, en Zamora, "Sombras de una batalla", donde intervenían Carmen Maura, mi amigo y otros actores conocidos que ahora no recuerdo el nombre. Se hizo un casting pues buscaban a una adolescente para hacer de protagonista. Se eligió a una jovencísima muchachita de unos 13 años. La envidia de sus amigas. Nada menos que había rodado una película, todo el mundo la conocía, todo el mundo hablaba de ella. Pasado un tiempo, tal vez, porque la chica no consiguió lo que quería, porque sufrió algún desengaño y porque no sabemos lo que pasa por la cabeza de las personas, una mañana apareció ahorcada con una soga al cuello junto al río Duero. Fue una revolución en Zamora, una ciudad tan pequeña donde nunca pasa nada.

No sé, podría escribir sobre lo que pienso aunque mis pensamientos los sacara a la luz mi amigo el actor. No sé. Mi cabeza es como una lavadora centrifugando. Me asaltan las ideas: las buenas, las malas, las regulares. Me asalta el odio y el amor al mismo tiempo. Me persiguen las imágenes que veo a diario, las que vi de niña, me persiguen las palabras, las frases que digo y no debí decir. Mis arrepentimientos, mis remordimientos. Pienso que con una vida solo, no es suficiente. Necesitaríamos, al menos, siete, para poder rectificar de tantas meteduras de pata como comentemos al cabo de nuestra vida.

1 comentario:

  1. Pienso que la esencia del monólogo debería centrarse en la última estrofa de este texto, mi querida Concha. Porque de qué otra forma podría exponerse el contradictorio ser que habita en cada uno de nosotros. Me gustó la imagen de la lavadora centrifugando.

    Luego nos cuentas si decidiste crear ese monólogo.

    Un cálido abrazo, mi querida amiga.

    ResponderEliminar