21 de agosto de 2011

Visita papal

Hoy ha regresado el Papa a Italia dejando España convulsa y controvertida. Unos han estado encantados con la visita, emocionados, alegres. Han soportado el calor, los atascos, los inconvenientes de las aglomeraciones en todas partes, pero lo han hecho con gusto, felices. Con tal de haber visto y haber estado cerca del Papa todo ha sido bien empleado. Dicen que ha sido la mayor concentración de jóvenes que ha habido en las visitas papales.

Otros, por el contrario, se han mostrado molestos, irritados. No les ha gustado que se hayan gastado tantos millones de euros en la visita papal. No han visto bien que se haya hecho descuento a los peregrinos en los transportes públicos, ni han visto con buenos ojos que se hayan empleado tantos medios, tanta seguridad, tanto policía, tanto voluntario a costa del erario público cuando estamos inmersos en una crisis económica sin parangón. Tampoco se ha visto con buenos ojos la fuerte carga policial contra manifestantes, incluso contra fotógrafos o viandantes que pasaban por allí. No hay derecho.

Lo cierto es que la fe mueve montañas y que la fe es necesaria para la convivencia. La fe es ese gérmen que nace del alma y que convierte al ser humano en ser pacífico y complaciente. Se podría decir que la fe o las creencias religiosas, hasta son beneficiosas para la salud. Egoístamente, la religión nos conviene y nos ayuda a soportar la vida.

Ocurre, sin embargo, que la fe no tiene nada que ver con la Iglesia, con esa Madre Iglesia (católica, por supuesto) que atesora tantos bienes, que la gobiernan hombres que demuestran tener las mismas, o peores flaquezas que el peor y más vicioso de los curritos de a pie. Y eso es lo que se condena y se rechaza. No se puede tolerar el hambre en África, los millones de niños que mueren diariamente por no tener nada que llevarse a la boca, mientras la Iglesia sigue atesorando bienes, unos bienes que bien administrados podrían erradicar el hambre del mundo. Eso es lo que muchos ciudadanos no toleran y no pueden ver sin que se les revuelvan las entrañas que esos católicos de misa y comunión diaria sigan haciendo oídos sordos a los verdaderos problemas que acucian a la humanidad mientras siguen boquiabiertos y sin rechistar los mensajes de Cristo por boca de quienes no los cumplen. Ese es el problema.

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