1 de junio de 2011

Soledad

Me doy cuenta de que mi forma de pensar dista bastante de las personas con las que me relaciono. Qué desgracia la mía. Esta misma tarde caminaba por Santa Clara, la calle principal de mi ciudad, al encuentro de unas amigas con las que me había citado para ver unas cuantas exposiciones -hoy nos dio por el arte en comandita, la verdad es que prefiero ir sola para este tipo de cosas- y me encuentro con un amigo, justamente frente a la Plaza del Gobierno, el lugar donde acampan unos cuantos jovenes reivindicativos que apoyan el movimiento del 15-M. Nos saludamos y, cómo no, hablamos del tema. Me dice que todo está manipulado por la izquierda. Pero, qué dices, le comento, ¿qué izquierda? ¿acaso no ha perdido la izquierda estrepitosamente?- Créetelo Concha, está todo manipulado, eres una romántica. Claro que soy una romántica, faltría más y ojalá lo sea hasta mi muerte.
Nos despedimos y me reúno con mis amigas. Les comento la breve conversación con mi amigo y ellas me dicen exactamente igual, que todo está manipulado. No se creen que sea un movimiento espontáneo. Comentan despectivamente la actitud de estos jóvenes, dicen que son unos vagos maleantes que no hacen nada, que sólo intentan desestabilizar.
Me sentí mal, tremendamente mal. Me pareció que vivimos en dos ciudades distintas, que vemos situaciones diferentes, que yo soy tonta, que soy ingénua, que no sé ver la realidad, que soy una romántica sin remedio. Les dije que estuve en la Puerta del Sol de Madrid el día anterior a las elecciones, que vi la ilusión en los ojos, que escuché cosas muy sensatas, que nunca me pareció que hubiera manipulación por parte de nadie, que el movimiento había surgido por el cansancio que se experimenta hacia la clase política, porque se quieren cambiar las cosas de forma pacífica, porque se quiere que se produzca un milagro y porque hay cinco millones de parados y la situación es insostenible.
Me doy cuenta de que existe una derechona pertinaz, acomodada e insolidaria que mira para otro lado porque prefiere ignorar la realidad que buscar soluciones. Prefieren que las cosas sigan como están porque con ellos no va el asunto. Mi indignación no tiene límites y mi soledad se potencia imparable.

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