3 de junio de 2011

Cáncer

Mi madre me ha dicho esta misma tarde que el cáncer le da la vida, que prefiere tener siete cánceres que una depresión. Mi madre está feliz, llena de energía. Está segura de que el tratamiento que le han aplicado para su mieloma bioclonal múltiple además de minimizarlo le está proporcionando una energía inusitada. A sus 87 años cumplidos el 13 de marzo de este mismo año, está pletórica. vital. Me dice que si ella pudiera hacer todo lo que su cabeza cavila no pararía nunca. Hasta su voz es más enérgica y autoritaria. Hoy hemos pasado el día en nuestro pueblo. Hemos ido a comer al restaurante de la playa fluvial. Ha comido con apetito todo lo que le han servido. Después hemos bajado hasta el embarcadero, eso sí, agarrada de mi brazo porque las piernas no la acompañan. Le fallan las piernas, le duelen, se le quedan heladas. Ayer por la tarde le dije que me acompañara a ver la ópera Carmen. Previa a la representación, se impartió una conferencia donde se desmenuzaron los pormenores de la ópera, la de Bizet, la de Merimée. Cuando iba acomenzar Carmen, mi madre me dijo que se estaba poniendo malísima. Sus piernas le dolían de frío. El cáncer le deshace los huesos como si estuvieran a merced de un triturador. La llevé a casa. Suerte que tenìa mi coche y no tardamos ni cinco minutos en llegar. Esa es la suerte de vivir en ciudades pequeñas. Volví a tiempo para poder ver los cuatro actos. Maravillosa Carmen, maravillosa gitana, tan enérgica como mi propia madre.
Hoy, después de comer, estuve junto a mi madre al borde del agua. El viento agitaba las embarcaciones y el agua chocaba contra las rocas graníticas. La ayudé para que se sentara cómodamente sobre una piedra mientras nos dejamos acariciar por esa brisa, por ese aire limpio que nos llena de energía positiva. Nos fuimos a la casa del pueblo. Mi madre comenzó a cavar la tierra, a replantar flores, a poner abono aquí y allá. Las cerezas comienzan a ponerse rojas y los pájaros se afanan en no dejar ni una viva. Una de mis hermanas dice que hacen bien los pájaros, que es lo que tienen que hacer. Sobre las ocho de la tarde bajé otra vez al embalse. Me bañé. Ya no había nadie y nadé un buen rato, hasta que mis dedos se pusieron como garbanzos en remojo. Salí del agua aprovechando el último sol de la tarde. Estaba sola, absolutamente sola, en medio de ese paisaje granítico que tanto me fascina, que tanto bien me hace. Volví al coche y subí por la empinada cuesta, una carretera de cemento para facilitar el tránsito rodado. Las escobas ya han soltado sus flores amarillas. Me sentía perfectamente bien, serena, con el alma limpia, con mi corazón sosegado. Escuchaba fados de Amalia Rodrigues. Portugal, muy cerca. La frontera a menos de treinta minutos.
Mi madre tiene cáncer pero a ella no le importa y dice jubilosa que el cáncer le ha dado la vida, que está encantada. Se lo comenté a mi hija mientras hablábamos por teléfono. Me dijo que iba a ponerlo en twiter, que es una frase genial.

3 comentarios:

  1. Me maravilla la capacidad de su madre para ver lo positivo en su situación adversa, da cuenta de una personalidad admirable y envidiable, ya quisiera yo un pequeño porcentaje de su optimismo para plantarme frente a la vida.
    Admirable también su forma de transmitir sus vivencias Sra. Concha, con la misma precisión con que se sienten y se piensan.

    Un abrazo afectuoso

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  2. Los pájaros son muy impacientes y no esperan a que las cerezas maduren completamente.

    Emotivo y admirable retrato de tu madre, querida Concha.

    Ella sabe que el ciclo de la vida debe continuar, que no hay drama en eso, que el relevo debe hacerse alegremente, disfrutarse a plenitud.

    Conmovido y agradecido por vuestras palabras

    Un fuerte abrazo

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  3. Concha: un abrazo desde Mérida. Abrazo a tu madre, mujer sabia y valiente.
    Mi padre falleció a causa de un cáncer.
    Quizás recuerdes sobre la desaparición de mi sobrina. Como predijiste, apareció unos días después y la historia tuvo buen desenlace.
    Que pases un excelente día.

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