11 de mayo de 2011

Moneo

Hoy ha venido para hablarnos de arquitectura el gran Rafael Moneo, uno de los arquitectos más prestigiosos de España. Tal vez debería decir de Europa, a tenor por las obras que tiene repartidas por ahí. Como todos los arquitectos famosos, controvertidos. A unos les apasiona cuanto diseñan, a otros le parecen sus obras atrevidas o fuera de contexto. A mí siempre me han llamado la atención estos profesionales de las grandes estructuras que juegan con números, con fórmulas complicadísimas para calcular volúmenes, para mezclar hierro, cristal, hormigón. Para elevar inverosímiles puentes sobre ríos. En fin, como yo no pasé de la raíz cuadrada y poco más, siento vértigo ante el manejo de todos estos expertos cuando trabajan en sus despachos sobre esas mesas enormes llenas de líneas que van en todas direcciones. Me marean simplemente.
Pese a todo ello, me atraen sus discursos, su filosofía de ver la vida y el espacio. Tengo un primo arquitecto que me decía que tenía un profesor de dibujo cuando estudiaba Arquitectura que le decía que para llegar a ser buen arquitecto debería saber dibujar el alma de una gallina. Dios mío. ¿Cómo puede dibujarse el alma de una gallina? Confieso que pensé muchas veces en esta frase y recordaba a mis abuelas y a mi madre también, cuando mataban a los pobres pollos, arrancándoles unas cuantas plumas de la cabeza para, a continuación, presionar el pico sobre el pescuezo y entonces, hacerle un corte en el trozo desplumado. Mientras esto ocurría, el pobre animal, ahogándose e inmóvil, agitaba sus patas hasta morir. La sangre iba a parar a un pequeño tazón. ¿Sería de aquella guisa cuando el pollo mostraba su alma? Quién lo sabe.
El caso es que acudí a la Iglesia de la Encarnación para escuchar a Moneo pero la acústica de la sala era tan mala, el arquitecto, aunque con el micrófono en la mano, nunca lo hacía coincidir a la altura de sus labios, sino que lo deslizaba hacia su cintura. Me quedé sin oir absolutamente nada. En un principio, a tenor de lo que mostraba el vídeo, parecía que hablaba de la universidad de Columbia en EE UU, pero porque escuché algo al respecto. Y después, cuando se veía la ciudad de Zamora, el castillo y las actuaciones que se han llevado a cabo recientemente, pareció que habló de un techo de cristal para cubrir las obras de Baltasar Lobo. Y punto. No me enteré de nada más.
Salí decepcionada y nerviosa. Una hora y media perdida.

1 comentario:

  1. Nuestra propia escritura, la tuya y la mía, y las poquísimas que poseen claridad, música, originalidad, sentido, poesía y coherencia, son formas selectas de transitar por la matemática del lenguaje. Nuestra lógica es superior y la misma matemática numérica avanzada debe valerse de nuestro lenguaje poético para intentar explicar lo inconmensurable. Creamos estructuras complejísimas de la nada y sin que tengamos que destruir nada precedente.

    Por mi parte, adoro la transgresión total en la arquitectura, los locos que van contra la corriente aún a riesgo de la incomprensión y la soledad, los genios insomnes que crean afiebradamente antes que se les acaben sus escasos segundos de vida permitidos.

    Gaudí, adoro a Gaudí.

    Un abrazo grandote mi querida Concha.

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