28 de diciembre de 2010

Disúelvanse

Mi hija, que está pasando estos días en casa, en familia y que no se separa de su ordenador, me lee una frasecita de un amigo del facebook que refleja a la perfección lo que son estos días "entrañables" de Navidad, donde la familia se reúne para "disfrutar" de estar juntos. Hay tanta literatura al respecto, tanto sobre estas bondades familiares navideñas que se agudiza el ingenio y algunos se inventan frases como la que sigue, que provoca tanta risa que una no puede por menos de congratularse por tamaño ingenio. La frasecita de marras dice así: "Aviso a la población, el simulacro de amor y paz ha finalizado, guarden los langostinos y disuélvanse".
Ríanse, por favor. Lo merece.
Estamos en el paso del Ecuador de la Navidad 2010. Quién más, quién menos ha participado del jolgorio familiar susodicho. Se han reunido a las mesas españolas, siete, diez, trece, veinte e incluso más personas. Se ha tratado por todos los medios de guardarse aquello que tenemos ahí, encorsetado, "quietoparao" y que nos reconcome las entreñas. Mi amiga Rosa diría, los hígados. Hemos brindado con champan con nuestras mejores sonrisas "profidén" y muchos, seguro, mientras mostraban sus dientes para el efecto pensarían para sí: "aversinosdisolvemosdeunavez ysitehevistonomeacuerdo".
Esta misma tarde hablaba con mi amiga Elisa de estas cosas. Ella me contaba sus encontronazos con su hermana, yo le contaba los míos con las mías, que no son mancos. Ella me dice que siempre que se junta con su hermana saltan chispan pues es consciente de que están condenadas a no entenderse por los siglos de los siglos. Y eso que nos queremos con locura. ¡Toma, y yo también quiero a mis hermanas! con locura, exactamente igual que tú a la tuya. Ayer mismo, fui a casa de mi madre donde estaban dos de mis hermanas y, como siempre, comencé a sentirme fatal. Ellas hablan, bla, bla, bla, bla, la una con la otra, mirándose la una a la otra y a mí, ni caso, como si no existiera. Eso me va exasperando poco a poco hasta que llega un momento que, al introducir mi cuñita para opinar de ésto o de aquéllo, una de las dos, sin tener en cuenta mis consideraciones, suelta un improperio, una parrafada ignorándome y siguen la una con la otra. Entonces yo monto en cólera y empiezo a sacar de mis adentros todo lo que tengo guardado, que no es nada amable ni lisonjero, queridos, sino toda la rabia y frustación acumulada que ha ido fraguando desde la última reunión. Puffffffffffffffff. Este es mi sino, qué le voy a hacer, concluí diciéndole a mi amiga. Le comento, además, que mi marido ha visto este blog y que no le ha gustdo nada. Se ha erigido en mi censor más absoluto y nada de lo que escribo le parece bien. Lo que me faltaba. Ahora resulta que una ya no puede ni expresarse como quiere ni por escrito. Faltaría más. Pero, por si acaso, lo he retirado de la información del Facebook por si lo ve la alcaldesa. Figúrate qué tontería, simplemente por escribir en uno de los posts que un día me topé con ella y con no sé cuánta gente y fui escrriendo el bulto pues no me apetece en absoluto ni saludar, ni sonreir ni demostrar de ninguna manera que soy una ciudadana pelota . Figúrate, cómo se me queda el cuerpo. Y a mí ¿qué?, le digo. Yo no lidio con políticos. A estas alturas de la pelicula me he hecho muy mayor y ya no creo en las instituciones ni en nada de lo previamente establecido. Soy anárquica y revolucionaria por naturaleza y por fin me he encontrado a mí misma. Puff, no sé qué dirá cuando lea ésto. Claro, no se dá cuenta de que escribir es consumir adrenalina ¿ o qué? ahora no sé exactamente que es lo que ocurre con la adrenalina, si es bueno acumularla o mandarla "ancalcoño".
Tras una larga y placentera conversación telefónica con mi amiga nos despedimos. Ah, en la conversación me dice que tengo una joya en casa, (por mi marido). Me dice que algo de razón tiene, que he de ser más discreta, que es muy inteligente, que es políticamente correcto, que es brillante y que es encantador. Puffffffffffffffffffffffff. Tengo que replantearme muchas cosas a partir del primero de enero. A ver qué pasa.

4 comentarios:

  1. Faltaba más que tuviéramos que andar por la vida lisonjeando políticos. Somos nosotros los importantes, y son ellos los que tienen que hacerse a un lado ante nuestro paso, querida Concha.
    Espero que nadie en este mundo pueda censurarte en nada de lo que escribes, que no hay palabras desproporcionadas ni injustas para nadie que no se lo merezca.
    Afortunadamente en mi familia nadie me lee ni me leerá, aunque me gane el premio Nobel. A la familia se la quiere a la par que se la aguanta.
    Adorable escrito mi querida amiga. Desde aquí, anárquica, revolucionaria y afectuosamente, te envío el antepenúltimo abrazo de este año.

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  2. Mi querido amigo.
    Tal vez yo tendría que haber hecho como tú, hacer invisible lo que escribo para mis censores, que son muchos. Y en la familia precisamente. Es mi hija la única que me admira de verdad. Tal vez porque sea la única que me ama de verdad. Como yo a ella.
    Te mando también el penúltimo abrazo del años.
    Un beso.

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  3. A veces me pongo a reflexionar sobre la forma en que nacen los afectos, por qué razón, de qué formas, a través de qué causas. Las respuestas habitualmente sólo pueden expresarse a través de difusos poemas o haikus, que dejan la ventana abierta para recibir todos los buenos aires, los ventarrones y las salpicaduras de la lluvia.

    En el querer participa necesariamente el confiar, y yo me dejaría conducir gustoso por tí, al borde de un precipicio y con los ojos vendados. Sé que nunca me dejarías caer.

    Ya sabes o al menos debes intuir cuánto te quiero y admiro, querida Concha.

    Un fuerte y calurosos abrazo.

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  4. Pues te voy a llevar, aunque sólo sea con la imaginación, a través de un precipicio, por cuya senda, de menos de un metro, caminé durante largo trecho. Era en los Picos de Europa, en Asturias. Fue una experiencia maravillosa a la vez que atrevida. Pues bien Jorge, te llevaré por allí y te pondré una venda en los ojos. Descuida, no te dejaría caer, pues aunque que tropezaras con una esquirla del camino y cayeras al vacío, la fuerza de mi mente haría que volvieras a mi lado.
    Es cierto, los afectos nos llegan de forma sorprendente, cuando menos se esperan, pero llegan. Y es hermoso descubrirlo.
    Un gran abrazo.

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