2 de diciembre de 2010

Constitución

Los españoles celebramos 32 años de la Constitución Española, aprobada el 31 de octubre de 1978 y ratificada por el pueblo el 6 de diciembre del mismo año. Se van a cumplir, por tanto, 32 años dentro de tres días. Precisamente, el 3, es mi cumpleaños.
Esta tarde mismo, he estado presente en un acto organizado por la Subdelegada del Gobierno en Zamora al que invitó a cuatro poetas locales para que hablaran de la misma. No se imaginaba ella lo que iban a decir los poetas sobre la Constitución, ni tampoco el interés que se suscitó en el público. Como era de esperar, la libertad, libertad de expresión, fue el hilo conductor. Se habló con total desparpajo de lo que ocurre con los premios literarios, con las editoriales y con las instituciones que, con dinero público, financian el premio, dan a ganar mucho dinero a las editoriales elegidas al el efecto y además pagan muy generosamente a los miembros del jurado que, normalmente son amigos de los premiados. Es una rueda sin fin en la que, este año te toca a ti y el próximo a mí. Yo te premio, tú me premias y todo queda en casa.
Optar a los premios literarios es toda una aventura y supone un coste elevadísimo pues exigen cinco o seis copias con lo que supone de esfuerzo y trabajo. Atrás quedaron aquellos años llenos de ilusión cuando concebíamos la esperanza de optar a uno de esos premios porque creíamos, qué ilusos éramos, que nuestra poesía era excelente y que el jurado era decente. Después fuimos enterándonos de que todo está amañado de antemano, que tus poemas eran tirados a la basura directamente sin leerlos y que el premio se lo daban a alguien que ya se sabía de antemano. Lo sabían ellos, por supusto.
A la Subdelegada, sin duda, le salió el tiro por la culata pues nadie habló de las "excelencias" de la constitución ni de lo "fieles" que resultan sus artículos. Después de 32 años hemos comprobado que no todos tienen derecho a la vivienda, que no todos tienen un puesto de trabajo, que no se respetan los derechos humanos y un larguísimo etcétera que hace temblar de rabia y hasta renegar de la Carta Magna, que no tiene ninguna culpa, sino de lo mal que es tratada y de lo poco fiel que es a su magnífico contenido.
Entre el público, un jovencito de poco más de 20 años que habló de internet y de los blogs y de las posibilidades que ofrece este medio para publicar, para expresarse, para explayarse. ¡Qué bien! me dije, ahora mismo voy a intervenir yo también. Corroboré lo que dijo el joven, añadí que soy una bloguera desde hace varios años pese a ser una chica del franquismo -con lo que ha llovido- añadí que a mí también me ha desencantado el sistema de premios y me atreví a decir que la Constitución no es ni mucho menos lo que creíamos que iba a ser, sino que tiene algo de Prostitución. Todas las miradas, al oir esta palabra, se volvieron a mirarme. Aclaré que no era un insulto a la Constitución, sino una desilusión prolongada y sufrida a lo largo de estos 32 años.
Al momento, finalizó la reunión. El joven que había intervenido vino hacia mí pues me había reconocido por los blogs, me dijo que me seguía y que se alegraba de conocerme. Yo también. Convinimos en que nos haríamos amigos por Facebook.
Me pasa casi siempre que provoco. Después siento una especie de remordimiento.

1 comentario:

  1. Pues para qué otra cosa podría servir un acto de esa naturaleza si no es para que las voces del silencio puedan altoparlantear por unos segundos los puntos sobre las íes.

    Bien hecho, querida Concha. Mesurada y conciliadora, aunque no menos valiente. A mí me habrían sacado a patadas. Mi amabilidad con mis amigos tiene su contraparte incendiaria con mis enemigos o con los que no me caen en gracia.

    El asunto de las mafias literarias abarca todo el planeta. Yo estoy o más bien me salí casi al principio de todo eso. Beber una cerveza con los estivadores me resulta mucho más provechoso y placentero que juntarme con ese círculo de ratas que se adulan y mariconean entre sí.

    Tampoco envío mis escritos para el escrutinio de nadie, no participo en concursos, porque no le reconozco habitualmente autoridad apreciativa a los escrutadores. Quizás si el jurado fuera efectivamente Vargas Llosa lo haría con gusto. Soy algo o muy arrogante, pero ya salí así.

    Un fuerte abrazo mi querida amiga.

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