8 de septiembre de 2010

Inmigrantes

Al parecer, en España tenemos más de un doce por ciento de población inmigrante. Hoy mismo, mientras viajaba en el metro de Madrid con dirección a la estación de autobuses, me fijé en los extranjeros. Justamente, frente a mí, un chino, un negro y un hindú. Un poco más allá, dos bolivianos y por los pasillos, entre la gente que iba y venía, personas de diferentes continentes, para comprobar que la noticia es absolutamente cierta.
Muchos de estos inmigrantes se han establecido por diferentes barrios de Madrid poniendo sus propios negocios de frutas, panaderías, comestibles, ropa y calzado. Algunos, incluso, hasta se permiten contratar a españoles en paro.
España ha cambiado mucho en los últimos años. Los españoles están sufriendo, con infinita paciencia, la situación económica que asola al país, que no se sabe si se debe a la mala gestión del gobierno o a la propia dinámica capitalista o, -mucho me temo- a la indiferencia e insolidaridad con las que contemplamos el panorama. Somos indiferentes a la pobreza, somos indiferentes al dolor ajeno y el menesteroso que nos tiende la mano al doblar cualquier esquina para pedir nuestra ayuda, le volvemos la espalda e ignoramos su mirada porque no la resistiríamos.
Por supuesto, los inmigrantes no tienen la culpa de la situación, muy al contrario, contribuyen a la economía y a fijar población, tanto en Madrid como en otras muchas provincias de España, despobladas y abandonadas.
Amigo del comentario, me faltó esta aclaración.

2 comentarios:

  1. Y en realidad cuál es el problema con los inmigrantes? les nombra como ejemplo de "cambio"? Dudo que tengan que ver con las problemáticas generales del país, de hecho es seguro que todos ellos han viajado hasta España buscando fortuna o mejor dicho, una mejor calidad de vida.

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  2. Varios de mis mejores amigos se han ido a España. La mayoría a Barcelona. No se les aprecia tristes, más bien se les ve exultantes a ratos, creyendo que están haciendo cosas importantes, como si el aprecio de sus obras allá valiera más que el aprecio que tenían acá. Yo los sigo queriendo y no tengo argumentos sólidos para contradecir sus deseos. Los apoyo de corazón donde quiera que vayan.
    Paradógicamente, no he apreciado a un sólo español contento con la situación de su país. Tengo amigos en toda España con los que me comunico muy seguido, y casi siempre transmiten una atmósfera apesadumbrada. Se dicen atenazados por la crisis económica, por el paro, por la posibilidad de perder el trabajo, por la impotencia que les provoca el compartir con la condición desmedrada de muchos de sus compatriotas, por la violencia que se acrecienta cada día, por la soledad de los poblados, por la soledad de las ciudades.
    Son muy críticos del manejo del gobierno, del encauce del sistema económico y de la indolencia de los españoles más ricos.
    Sólo en Canarias he apreciado cierta energía por cambiar las cosas.
    Les deseo lo mejor. Amo demasiado a los españoles. He transitado por buena parte de su obra imperecedera y sólo quisiera que la historia actual les hiciera justicia ante tanta grandeza pasada.
    Como soy universalista y contrario a las fronteras y a las preponderancias nacionalistas, mi postura ante la inmigración es pacífica, abierta y comprensiva. Creo que cada persona debiera ir adonde se le diera la gana en este mundo, adonde vislumbrara la cercanía con su propia idea del edén. Cada persona debiera ser dueña absoluta de su vida y de su muerte.

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