16 de junio de 2010

Cementerios

Aquí, a no mucha distancia, el cementerio madrileño de la Ermita del SANTO. Bellísimo, me dice mi hija. "Tienes que ir a verlo" . Tengo que ir. No sé cuándo, pero iré. En él reposan famosos escritores, miembros de la familia del Ducado de Alba. Se yerguen los cipreses sobresaliendo por encima de las robustas tapias. Se yerguen, góticos o renacentistas, los panteones, compitiendo en belleza y arquitectura. Tengo que acercarme y pasear entre las tumbas y escuchar el silencio de sus moradores. No sé porqué me gustan los cementerios pero es así. Cuando lo digo la gente suele mirarme inquieta. Algunos me dicen que estoy loca, pero no es verdad, los cementerios suelen ser refugio de pensadores, de solitarios; suelen ser, siempre lo han sido, inspiradores de poetas, incluso lugares para sincerarse, para enfadarse incluso, para gritar e insultar, como le ocurrió a un amigo mío, Alfonso, que acudió una mañana al cementerio, y allí, junto a la tumba de su madre se ensañó con ella. Rodeaba su tumba, corriendo sin parar, agitando los brazos y llamándola "hijaputa" porque al morir lo había desheredado.

Este suceso me lo contó una buena mujer que me ayudaba en las tareas de casa, a la que un desgraciado accidente le había arrebatado a su hijo más pequeño. Tenía siete añitos. Por encima otros seís, pero la madre no encontraba consuelo. Me contó que una mañana de verano, cuando los vencejos se enmarañan entre las nubes, cuando el sonido de las chicharras ponen un ruido sordo entre los pinos, se acercó al cementerio para rezar junto a la tumba de su hijo. Allí, postrada en el suelo, lloraba y rezaba con los ojos cerrados, cuando un grito a su lado la sacó de su ensimismamiento. Era Alfonso, el desheredado, que había enterrado a su madre la víspera, e increpaba a la difunta, insultándola y amenazádola. -"N0 quiera saber lo que salía de esa boca"- me decía. Se alejó de allí, sin ser notada, como Santa Teresa, y salió del camposanto asustada y temblorosa.

Alfonso murió algunos años después. Su casa-palacio (había pertenecido a un obispo) acogió al pueblo entero. Siempre evocaré aquél día y siempre recordaré lo que pensaba mientras Alfonso, reposaba en su caja bajo el cristal, antes de que la tapa de su ataúd lo ocultara para siempre. Las lamparillas de los quinqués brillaban sobre las paredes iluminando el rostro verdoso de Alfonso. Cubria el catafalco la vistosa y rocambolesca capa colorista de la Orden de los Cballeros Cubicularios, de la que tan orgulloso se sentía. El entierro de Alfonso fue como el decorado de una película de Visconti: bella y decadente, nostálgica y ensoñadora. Por mi mente iban pasando los recuerdos de los entierros y de los muertos que yo había visto en mi pueblo. En los pueblos se enseñan a los muertos como a las novias en las bodas y a los niños en los bautizos. Tal vez por eso a mí me atraen los cementerios y, por qué no, también la parca, tan ligada a la propia vida.

Aquí, muy cerquita, el cementerio de la Ermita del Santo. A través del ventanal, al otro lado del Río Manzanares, la M-30, ahora ajardinada y bellísima tras las últimas obras. En diagonal, un poco a la izquierda, también se yergue el Palacio Real, las esbeltas agujas de las numerosas iglesias del Barrio de la Latina, al frente, la cúpula de San Francisco El Grande y a mi derecha el Estadio Vicente Calderón, el del Atleti. Ese monstruo atronador en domingos de futbol.

Todo me resulta placentero en esta zona del Madrid castiza y pueblerina.

Vover a Madrid supone para mí, siempre motivo de alegría: estar con mi hija, visitar algún museo, respirar aire nuevo (aunque esté más viciado que el de mi Zamora). Es como si se expandiera el alma, como si se desatascaran las emociones, reprimidas tantas veces. También es volar a algún lugar nuevo. Mañana me espera Rumanía, Bucarest, Transilvania (el Conde Drácula) ¿Cómo será su tumba?

1 comentario:

  1. Te había dejado aquí un comentario en días pasados. Los duendes se lo habrán llevado o ¿dije algo inadecuado?
    En todo caso este post la pasé por Twitter con tus máximas sobre lo que quiere la mujer de hoy

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