18 de enero de 2010

La memoria

Los años, más bien, la edad o los años que nos persiguen inexorablemnte, nos hacen recordar con menos nitidez los hechos recientes que los pasados. Así, podemos recordar el argumento de un libro leído hace veinte o más años y nos olvidamos hasta del título que leímos hace unos días o un mes.

Haciendo memoria, intento recordar los libros que leí el pasado año, a una media de uno por semana. Pues bien, me cuesta mucho trabajo recordar un sólo título, o más de dos autores y, no digamos cuando intento recordar el argumento de cualquiera de ellos. Es dramático, sin duda.

Ayer fui al cine con mi hija de 30 años que me echa en cara constantemente que no me acuerdo de las cosas porque no presto atención, porque estoy a mis cosas. Bien es verdad que yo suelo decir que tengo una memoria selectiva, que me acuerdo de lo que me interesa o de lo que yo creo es importnte. Pero mi hija dice que no es verdad, que debo interesarme por las cosas que veo, oigo o protagonizo para no dar la sensación de parecer tonta. -¿tonta?-

Después de salir del cine me dice mi hija "a ver si eres capaz de contarme la película que hemos visto." Y añadió "por el hecho de que tengas que pensar en el argumento de la película para contármela, ya estás haciendo un buen ejercicio memorístico".

Y comencé mi relato pero me mandó callar.

Por eso, un día después, voy a intentar relatar la trama de la película "El Erizo", una maravillosa historia donde lo psicológico nos llevará a lo largo de la misma.

Paloma una niña de 11 años vive con sus padres, ricos, en una casa de ricos, con su hermana y con su vida normal de una niña de 11 años. Paloma carga todo el día con una cámara de filmar, -es una niña rica-, para captar todo lo que ocurre en deredor: a su padre cuando habla por teléfono, a su madre, una neurótica rica que cuida a sus plantas y les habla y las piropea. A su hermana mayor a la que no soporta de pija y a la portera, la señora Michelle, una solitaria y antipática mujer que jamás sonríe, pero que es escrupulosamente profesional en su oficio de portera y muy educada. A Paloma le gusta hablar con ella y entrar de vez en cuando en la portería, el refugio de la señora Michelle, donde disfruta de su gato, que no se separa de su regazo cuando se sienta o se acuesta y con sus libros, su desconocida pasión para el vecindario.

Paloma vive su vida, decidida a suicidarse el próximo 16 de junio, día de su cumpleaños, pues no le encuentra sentido a la vida de adulto. Piensa que sus padres giran y giran dentro de una pecera para chocar constantemente contra los cristales. Paloma tiene una gran personalidad y seguridad en sí misma. A veces, cuando tienen invitados, suele argumentar de tal forma con razonamientos tan sesudos que los mayores no saben qué decir. Por eso le gusta la portera que nodice más que lo justo y de forma muy cabal.

A medida que la película avanzaba yo pensaba en mí misma y en la imaginación desbordante que me acompañaba constantemente y que me permitía, como a Paloma, al tiempo que hacía ésto o aquéllo, divagar e imaginar inverosímiles situaciones, imposibles de contar porque sólo hubiera conseguido que me tomaran por loca. Recuerdo, ya una jovencita, cuando comencé a descubrir el cine de Carlos Saura o Buñuel, ambos directores tan surrealistas, me congrutulaba cuando, algunas de las escenas que mostraban en sus films, yo ya las había imaginado. O cuando descubrí a los filósofos y me daba cuenta de que algunos de sus pensamientos, también lo eran míos. Eso, naturalmente, yo no lo podía comentar porque me daba apuro...

Paloma, ya lo he dicho, pensaba suicidarse el día de su cumpleaños. Para el efecto, robaba, cada día, una pastilla de las que tomaba la histérica de su madre. Las guardaba a cal y canto para que nadie se enterara. Su madre tampoco, por supuesto.

Un día llegó un nuevo inquilino a la casa de ricos. Un chino, educado y correcto, ya entrado en años. Enseguida se interesó por la portera aunque ésta no hizo el menor ademán para que se fijara en ella. La señora Michelle era "fea, gorda y ordinaria"-lo dijo ella misma un día mirándose al espejo.- Pero al chino le gustó y se las arregló para entablar amistad con ella.

Paloma disfrutaba con aquella nueva amistad de la portera pues sabía que le proporcionaba una nueva ilusión.

Así iban pasando los días, Paloma seguía filmando y comentando lo que filmaba mientras iba introduciendo frases sobre todo lo que pasaba por su cabeza.

La portera y el chino habían comenzado a enamorarse. Ella había ido a la peluquería, por recomendación de otra inquilina, una señora muy agradable que estimaba a la señora Michelle y quería que tuviera otro aspecto para agradar más al chino y, de paso, para que subiera su propia estima. También había comenzado a arreglarse un poco. Un día, cuando salía de la casa, con su amigo el chino para ir a cenar a un restaurante, se cruzaron con otra inquilina y no la reconoció de lo cambiada que estaba. Pero no sólo era el cambio en el vestido y en el peinado lo que había transformado a la portera, sino la luz que irradiaba su mirada, su sonrisa, tímida pero deslumbrante lo que había cambiado a la señora Michelle.

Aunque no se lo habían dicho expresamente, la pareja pensaba en la posibilidad de terminar sus días juntos. Ambos eran viudos y nada se lo impedía.

Paloma estaba secretamente ilusionada por el rumbo que iban tomando las cosas.

Una mañana, la señora Michelle, salió a la calle, como de costumbre, para organizar los contenedores de basura de la casa de ricos donde trabajaba. Había en la calle un pobre hombre, borracho, sin prestar atención a los coches que pasaban junto a él y sorteándolo peligrosamente. La señora Michelle se paró asustada para advertirle de que debía alejarse de la calzada.

Sólo fue un instante lo que la señora Michelle se detuvo mientras hablaba al hombre. Y en ese preciso momento, un automóvil irrumpió de forma inesperada llevándose a la señora Michelle por delante. Fue un golpe seco en el asfalto y a la portera se le quedó para siempre su nueva sonrisa entre los labios.

Confieso que el final nos dejó a mí hija y a mí temblando. No esperábamos un final tan cruel. Salimos en silencio de la sala de cine y nos llevamos ambas una tristeza compartida.

Tras el trágico desenlace, como ocurre siempre que se produce un accidente, la gente se arremolina en torno al cuerpo tendido en el suelo.

El chino también había bajado a la calle. Se aproximó a la señora Michelle y la cubrió con su chaqueta.

Paloma lloró y lloró a la portera. Tal vez nadie supo por qué tanto desconsuelo.

Paloma olvidó sus intenciones de suicidarse porque había descubierto que el amor existe y que hay motivos suficientes para seguir viviendo. Ella había dicho en una ocasión, que, cuando fuera mayor, quería ser portera. Tal vez para ocupar un rincón perfecto para vivir, como la señora Michelle. Para huir de esa estúpida actitud de rico en la que se desarrollaba su vida, con una familia rica y en una casa de ricos.


1 comentario:

  1. Hay dos cosas en las que me siento identificado contigo Concha. Cuando estoy leyendo, viendo una película, en el teatro o en un concierto, hay momentos en los que me evado y no me entero ni del argumento ni del diálogo. A mi me suele suceder con las cosas que no me están interesando, aunque a veces también con las que me gustan de verdad. No le veo mayor problema, porque estas introspecciones, me parecen más enriquecedoras que lo que cualquier artista me quiera contar. Por supuesto cuando algo es bueno, esta introspección se funde con lo que te ofrece el espectáculo, y se convierte en algo casi místico, y vuelves camino a casa tan excitado que no puedes parar de comentar lo que te ha gustado. Incluso al día siguiente está dando vueltas en tu cabeza.
    Y lo segundo, es que creo que por educación, se ensalza un tipo de memoria mecánica que no lleva a ningún sitio. Fomentar una memoria más fluida, asociando ideas, sensaciones y hechos, me parece mucho más productiva. En parte porque hay ideas que ya tenemos almacenadas y nos facilitan la tarea, que creo son esas que comentas que ya tenías antes de verlas expuestas por alguien.

    Esperando estoy la segunda entrega.

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